Obra de Rocío Tisera

miércoles, noviembre 26

Los quince


Clara estaba muy contenta. Faltaba poco para su cumpleaños y ya comenzaba a ilusionarse con su ansiada fiesta y sus posibles regalos. “Tengo que ser pretenciosa, al fin y al cabo, para una mujer no hay nada más importante en su vida que cuando cumple los quince años. Y la verdad, no me preocupa que mis padres hoy estén muy enojados conmigo, yo se que ellos igual están preparándome una fiesta grandiosa e inolvidable.” De pronto, el llanto de un bebé interrumpió sus pensamientos. Ella se acercó hasta la cuna, volvió a ponerle el chupete y el niño siguió durmiendo con esa imagen tierna que poseen todos los bebés. Clara siguió soñando… “Voy a invitar a todos los chicos del colegio, a las chicas de jockey, a los del taller de arte. Vamos a ser más o menos unos setenta, claro, sin contar a mis primas y a las chicas de la cuadra. Ojalá venga Lautaro, me gustaría que los dos bailáramos bien juntitos toda la noche. Aunque Fausto no está nada mal, también me gustaría bailar con él. Y bueno, tampoco me molestaría bailar con Tomás…” Ella se encontraba muy ilusionada, aunque no podía impedir sentir también algo de preocupación. “Ojalá que mis viejos no estén muy disgustados conmigo, no vaya a ser que utilicen lo de mi fiesta para intentar condicionarme con algo raro, con un castigo o algo por el estilo…” El bebé volvió a llorar, pero esta vez no se calmó con el chupete como en la anterior ocasión, esta vez el llanto parecía que era por hambre. “¿Y que pediré de regalo? Podría ser una computadora nueva, una larga visita al shopping para comprarme la ropa que quiera, o tal una moto, o… Mejor no me ilusiono tanto, no vaya a ser que mis viejos estén enojados en serio y solo me paguen la fiesta ¡y nada más!” El pequeño niño comenzó a llorar y a llorar cada vez más fuerte y Clara no tuvo más remedio que levantarlo de la cuna y pasearlo en sus brazos por toda la habitación. “¡Ay bebé, bebé! ¡Qué molesto que sos! ¿Tenés hambre?” El hermoso niño de no más de dos meses de vida, se calmó un poco al sentir el cálido y acogedor cuerpo de su madre, pero aún continuaba sollozando. Clara se sentó en el borde de la cama, levantó su blusa y acomodó su pecho para alimentar a su bebé. “¡Bueno mi amor! Ya está, ya está, no me lloré más que ahí tiene su comidita… Bueno, ¿en que estaba? ¡Ah! Mis quince, ¡cierto! Me pregunto si mis viejos ya me habrán perdonado, si ya se les habrá pasado la furia que les causó la noticia, pero no se aflija mi bebé, tus abuelos te aman muchísimo, te puedo asegurar que más que a mí. Tenés que entenderlos, ellos nunca se esperaban que sucediera algo así, y claro, mucho más los disgustó que el hijo de mil putas de tu papá escapara como un cobarde apenas se enteró de que estaba embarazada de ti. Y bueno… ¿Te digo la verdad, mi bebé? Si festejo o no mi cumpleaños, realmente ya mucho no me importa. Lo que si te puedo asegurar es lo grandiosa que va a ser la fiesta de tu primer cumpleaños, va a tener muchos globos de colores, un enorme castillo inflable, payasos, títeres, una torta gigantesca… Total, calculo que de acá a diez meses a tus abuelos se les va a pasar la bronca. Al menos, eso espero…”

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