Una tarde primaveral, mientras andaba por la peatonal céntrica, la vi a ella, a la Diosa, caminando a solo unos metros de mí.
Ella era una mujer escultural, de cuerpo perfecto y belleza única, que dejaba tras su paso la exquisita fragancia de su perfume, con el que terminaba de aniquilar los corazones de la platea masculina.
Las mujeres, ya sean esposas, novias o concubinas, le metían codazos en el estómago a sus respectivas parejas para que de alguna forma dejaran de mirarla con ese gesto obnubilado.
Ella iba en su marcha triunfal, sabiéndose el centro de todas las miradas, no solo de quienes la deseaban, sino también de aquellas mujeres que la envidiaban, o directamente la odiaban.
Si bien ella miraba con desprecio a los desubicados que le gritaban obscenidades, insinuó algunas sonrisas ante un par de galanes que la saludaron respetuosamente.
Ella sabía explotar su imagen de mujer fatal y en cierta forma, jugaba con las fantasías que provocaba en los hombres.
Yo fui uno de esos babosos que casi la desnudaron con la mirada, y llegué a pensar que solo por una mujer así, valdría la pena perder la soltería.
Ella, majestuosa y despampanante, caminaba delante de mí, como lo haría una verdadera reina de belleza desfilando ante su público.
Sin dejar de contemplarla, por un momento me la imaginé mi mujer, mi compañera para toda la vida, la mujer con la que compartiría cada minuto. Tendríamos , y del bueno, al menos al principio, pero…
¿Y si resulta ser una de esas histéricas pendientes de su apariencia?
¿Y si detrás de su apariencia de come-hombres en realidad es solo una frígida más?
Pero bueno, en la pareja lo importante no es solo el , hay muchísimas actividades para compartir. Aunque por el culto que hace a su imagen, seguro se trata de una materialista con pocos placeres intelectuales. Sinceramente, no me la imagino hablando acerca de libros o películas o política…
Bueno, pero no por eso ella dejaría de ser una buena chica, aunque por la forma de caminar y esa constante actitud de llamar la atención, se la nota bastante pedante, altanera, egocéntrica, inalcanzable para el resto de los mortales, sintiéndose la joya más preciada de las creaciones de Dios.
Reconozco mi machismo arcaico y retrógrado, pero ella ¿Será capaz de de lavar la ropa, planchar camisas, preparar la comida, limpiar la casa, ser buena madre, cambiar pañales, hacer las compras…?
La verdad, es que la veo muy glamorosa, muy fashion, muy sofisticada para realizar esos quehaceres diarios.
Entonces, ya no pude contenerme más, me acerqué decidido y una vez que llegué hasta su lado, le dije:
-Discúlpeme, pero ni loco me pienso casar con usted, porque de hacerlo, dejaría al mundo sin la imagen de esta mujer única, bella e inalcanzable, que es usted. No puedo privar al resto de los hombres de las fantasías que usted nos despierta.
Entonces ella, me miró con sus enormes ojos celestes como el cielo, y corriendo los lacios cabellos azabaches de su rostro, me dijo con voz suave y sensual:
-No tiene de que afligirse. Yo ya estoy casada. Es más, tengo tres hermosos hijos.
Y ella siguió caminando, con su cuerpo perfecto y su belleza única, perdiéndose lentamente entre la marea humana que circulaba por la peatonal, sin permitir que ni un solo hombre se quede sin morir de amor por ella.
Ella era una mujer escultural, de cuerpo perfecto y belleza única, que dejaba tras su paso la exquisita fragancia de su perfume, con el que terminaba de aniquilar los corazones de la platea masculina.
Las mujeres, ya sean esposas, novias o concubinas, le metían codazos en el estómago a sus respectivas parejas para que de alguna forma dejaran de mirarla con ese gesto obnubilado.
Ella iba en su marcha triunfal, sabiéndose el centro de todas las miradas, no solo de quienes la deseaban, sino también de aquellas mujeres que la envidiaban, o directamente la odiaban.
Si bien ella miraba con desprecio a los desubicados que le gritaban obscenidades, insinuó algunas sonrisas ante un par de galanes que la saludaron respetuosamente.
Ella sabía explotar su imagen de mujer fatal y en cierta forma, jugaba con las fantasías que provocaba en los hombres.
Yo fui uno de esos babosos que casi la desnudaron con la mirada, y llegué a pensar que solo por una mujer así, valdría la pena perder la soltería.
Ella, majestuosa y despampanante, caminaba delante de mí, como lo haría una verdadera reina de belleza desfilando ante su público.
Sin dejar de contemplarla, por un momento me la imaginé mi mujer, mi compañera para toda la vida, la mujer con la que compartiría cada minuto. Tendríamos , y del bueno, al menos al principio, pero…
¿Y si resulta ser una de esas histéricas pendientes de su apariencia?
¿Y si detrás de su apariencia de come-hombres en realidad es solo una frígida más?
Pero bueno, en la pareja lo importante no es solo el , hay muchísimas actividades para compartir. Aunque por el culto que hace a su imagen, seguro se trata de una materialista con pocos placeres intelectuales. Sinceramente, no me la imagino hablando acerca de libros o películas o política…
Bueno, pero no por eso ella dejaría de ser una buena chica, aunque por la forma de caminar y esa constante actitud de llamar la atención, se la nota bastante pedante, altanera, egocéntrica, inalcanzable para el resto de los mortales, sintiéndose la joya más preciada de las creaciones de Dios.
Reconozco mi machismo arcaico y retrógrado, pero ella ¿Será capaz de de lavar la ropa, planchar camisas, preparar la comida, limpiar la casa, ser buena madre, cambiar pañales, hacer las compras…?
La verdad, es que la veo muy glamorosa, muy fashion, muy sofisticada para realizar esos quehaceres diarios.
Entonces, ya no pude contenerme más, me acerqué decidido y una vez que llegué hasta su lado, le dije:
-Discúlpeme, pero ni loco me pienso casar con usted, porque de hacerlo, dejaría al mundo sin la imagen de esta mujer única, bella e inalcanzable, que es usted. No puedo privar al resto de los hombres de las fantasías que usted nos despierta.
Entonces ella, me miró con sus enormes ojos celestes como el cielo, y corriendo los lacios cabellos azabaches de su rostro, me dijo con voz suave y sensual:
-No tiene de que afligirse. Yo ya estoy casada. Es más, tengo tres hermosos hijos.
Y ella siguió caminando, con su cuerpo perfecto y su belleza única, perdiéndose lentamente entre la marea humana que circulaba por la peatonal, sin permitir que ni un solo hombre se quede sin morir de amor por ella.
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