Obra de Rocío Tisera

viernes, enero 28

Edgar Alan Poe en 4 frases


Ilustración de Juan José Delfini


- No tengo fe en la perfectibilidad humana. Creo que el esfuerzo humano no va a tener un efecto apreciable sobre la humanidad. El hombre es ahora más activo, no más feliz, ni más sabio, que lo que era 6.000 años atrás.
- Todo lo que vemos o parece no es más que un sueño dentro de un sueño.
- Los pioneros y misioneros de la religión han sido la causa real de más conflictos y guerra que todas las demás clases de la humanidad.
- El hombre es un animal que estafa y no hay otro animal que estafe fuera del hombre.

martes, enero 25

Fantasma


Óleo de Oswaldo Guayasamín


Me levanté de la cama en la madrugada para ir al baño. Sentía calor, mucho calor, quizás se debía a la fiebre que me había aquejado en los últimos días. Me lavé la cara, levanté la vista y allí, en el espejo, apareció un horrible espectro que me sobresaltó, un fantasma de gesto angustiado y expresión desesperada que me miraba fijo a los ojos como suplicando algún tipo de ayuda. Quedé inmóvil, sin reacción, solo atiné a agachar la cabeza, apagar la luz y regresar a la cama. Al día siguiente, les comenté la situación a mis amigos y la mayoría de ellos coincidía en que, siendo yo víctima de una pesadilla o de una alucinación causada por la fiebre, ese fantasma que descubrí en el espejo del baño no era más que el reflejo de mi rostro. Puede ser. Lo que no termino de explicarme es porque ese fenómeno sigue repitiéndose en cada madrugada que necesito ir al baño. Siempre se encuentra allí, en el espejo, ese fantasma que me pide auxilio y que yo no se como ayudar. ¿Y si mis amigos tienen razón? ¿Y si en realidad solo soy yo pidiéndome ayuda a mi mismo? De ser así, al menos, podría entender porque ese rostro que aparece en el espejo tiene ese destello de angustia en la mirada…

sábado, enero 22

Juan Filloy en 4 frases


Juan Filloy (1894-2000) uno de los narradores y poetas más grandes que dio la provincia de Córdoba, además de amar las asociaciones numéricas y las fórmulas mágicas (todos los títulos de sus obras llevan 7 letras: Balumba, Aquende, 1934; Caterva, 1938; Finesse, Periplo, La potra, 1971; Karcino, 1979; Los Ochoa, 1984; La purga, 1994; Esto fui, 1994; Sagesse, 1995; Sexamor, 1996) y los palíndromos (frases que se pueden leer tanto de izquierda a derecha como de derecha a izquierda, “Amigo, no gima”, por ejemplo) amaba también al glorioso Club Atlético Talleres (equipo del cual, obviamente, soy hincha) del cual fue uno de los socios fundadores.

Aquí, cuatro frases de este genial escritor:

- Aquí yace Op Ollop, para él nada fue difícil, excepto el amor. ¡Por eso amo tanto a las mujeres fáciles!
- Borges es un gran escritor, pero le falta quilombo.
- He hecho de mi espíritu un cronómetro de exactitud ineluctable, con timbre despertador y esfera luminosa… Oigo y veo mi “Exacto” fracaso a cada instante.
- ¿Por qué rechazo a la televisión? Cuando se fabrique un aparato para el silencio, acaso lo compre.

miércoles, enero 19

Gitana



Iba caminando distraído, casi sin mirar por donde iba y por esa razón no tuve tiempo de evadirla. ¿A quién? A una gitana, una típica gitana vestida con sus atuendos multicolores y adornada con sus brillantes cadenas y anillos. Ella era de unos cincuenta años aunque la verdad era muy difícil calcular su edad. Era alta, muy alta y sus ojos oscuros detrás de su nariz aguileña e intimidante le daban un toque enigmático que no dejaba de despertar cierta inquietud. Cuando estuve a punto de cruzar la calle para refugiarme en la otra vereda, ella me tomó fuertemente del brazo y en un instante, volvieron a mí todos aquellos recuerdos de mi infancia, el miedo que despertaban en mí los gitanos, obviamente debido a esas estúpidas amenazas que solían hacerme mis padres cuando era solo un niño (“Si te portas mal te van a llevar los gitanos”, “Haz caso o vendrán esos gitanos que roban chicos y después los venden”, etc.) y la desconfianza que despiertan en uno estas “adivinadoras” que apenas toman tu mano aprovechan para robarte la billetera…
-¡Muchacho, muchacho! Dame la mano, ¡Te leo el futuro! –Dijo con su voz ronca y estridente.
-No señora, le agradezco, pero estoy apurado… -Alcance a balbucear.
-¡Muchacho! ¿Tenés una moneda? ¿Un cigarrito? ¡Dame tu mano que te leo el futuro, muchacho!
No pude seguir negándome. Por lo visto esa mujerona contaba con más fuerzas que yo. Me tomó la mano con tanta presión que por un momento creí que me la iba a quebrar. Cuando tuvo la palma de mi mano ante sus ojos, frunció el ceño, escupió hacia un costado y luego de pronunciar unas cuantas palabras en rumano o en húngaro o algún idioma por el estilo, me miró fijamente a los ojos y me habló en un tono malicioso.
-Muchacho, ¡Alguien muy cercano a ti va a sufrir un accidente! Y por lo visto sucederá pronto –y lanzó una carcajada estruendosa. Yo hice un par de pasos hacia atrás, y antes de darle la espalda, le dije:
-Discúlpeme, pero no soy ignorante, yo no creo en esas tonterías…”
La gitana, al oír esto, se lanzó sobre mí insultándome en su idioma y me tomó nuevamente de la muñeca, forcejeando con violencia. Instintivamente, le di un fuerte empujón, y ella trastabilló con tanta mala suerte que terminó de espaldas en la calle. Y digo con mala suerte porque en el preciso instante en que esa alta y grandota mujer se desparramó sobre el pavimento, un auto se dirigía a ella a gran velocidad y su conductor no pudo evitar atropellarla. Aprovechando que nadie percibió lo que había sucedido, me hice el distraído y salí caminando a gran velocidad para escapar del lugar. Al llegar a la esquina, doblé hacia la derecha y subí a un taxi que justo se había detenido para que descendiera un pasajero.
-Vamos al centro –Le dije, y me sentí más tranquilo, aunque sin dejar de pensar en lo que acababa de acontecer. Al fin y al cabo, me había equivocado al prejuzgar a esa gitana, ya que sin lugar a dudas, y para mi sorpresa, ella había acertado con su fatídica predicción. “Alguien muy cercano a ti va a sufrir un accidente”, había dicho. Y eso fue exactamente lo que ocurrió…

domingo, enero 16

Franz Kafka - 3 Textos Breves



Franz Kafka (03/07/1883 – 03/06/1924) nació en Praga, en el seno de una familia acomodada perteneciente a la minoría judía de lengua alemana. Con “La metamorfosis” (1915), “En la colonia penitenciaria” (1919), “El proceso” (1925), “El castillo” (1926) y “América” (1927), se convirtió en uno de los máximos escritores de todos los tiempos. En su obra, la mayor parte publicada de manera póstuma, predominan las atmósferas opresivas y las situaciones que combinan el absurdo con la tragedia.

Aquí, tres breves textos “kafkianos”.

La verdad sobre Sancho Panza

Sancho Panza, que por lo demás nunca se jactó de ello, logró, con el correr de los años, mediante la composición de una cantidad de novelas de caballería y de bandoleros, en horas del atardecer y de la noche, apartar a tal punto de sí a su demonio, al que luego dio el nombre de don Quijote, que éste se lanzó irrefrenablemente a las más locas aventuras, las cuales empero, por falta de un objeto predeterminado, y que precisamente hubiese debido ser Sancho Panza, no hicieron daño a nadie. Sancho Panza, hombre libre, siguió impasible, quizás en razón de un cierto sentido de la responsabilidad, a don Quijote en sus andanzas, alcanzando con ello un grande y útil esparcimiento hasta su fin.

El zopilote

Un zopilote estaba mordisqueándome los pies. Ya había despedazado mis botas y calcetas, y ahora ya estaba mordiendo mis propios pies. Una y otra vez les daba un mordisco, luego me rondaba varias veces, sin cesar, para después volver a continuar con su trabajo. Un caballero, de repente, pasó, echó un vistazo, y luego me preguntó por qué sufría al zopilote. -Estoy perdido -le dije-. Cuando vino y comenzó a atacarme, yo por supuesto traté de hacer que se fuera, hasta traté de estrangularlo, pero estos animales son muy fuertes... estuvo a punto de echarse a mi cara, mas preferí sacrificar mis pies. Ahora están casi deshechos.
-¡Vete tú a saber, dejándote torturar de esta manera! -me dijo el caballero-. Un tiro, y te echas al zopilote.
-¿En serio? -dije-. ¿Y usted me haría el favor?
-Con gusto -dijo el caballero- sólo tengo que ir a casa por mi pistola. ¿Podría usted esperar otra media hora?
-Quién sabe -le dije, y me estuve por un momento, tieso de dolor. Entonces le dije-: Sin embargo, vaya a ver si puede... por favor.
-Muy bien -dijo el caballero- trataré de hacerlo lo más pronto que pueda.
Durante la conversación, el zopilote había estado tranquilamente escuchando, girando su ojo lentamente entre mí y el caballero. Ahora me había dado cuenta que había estado entendiéndolo todo; alzó ala, se hizo hacia atrás, para agarrar vuelo, y luego, como un jabalinista, lanzó su pico por mi boca, muy dentro de mí. Cayendo hacia atrás, me alivió el sentirle ahogarse irremediablemente en mi sangre, la cual estaba llenando cada uno de mis huecos, inundando cada una de mis costas.

Una pequeña fábula

¡Ay! -dijo el ratón-. El mundo se hace cada día más pequeño. Al principio era tan grande que le tenía miedo. Corría y corría y por cierto que me alegraba ver esos muros, a diestra y siniestra, en la distancia. Pero esas paredes se estrechan tan rápido que me encuentro en el último cuarto y ahí en el rincón está la trampa sobre la cual debo pasar.
-Todo lo que debes hacer es cambiar de rumbo -dijo el gato... y se lo comió.

jueves, enero 13

Cuestiones biológicas



La mujer más bella de aquel pueblo era una joven de dieciocho años llamada Yamila. No hubo hombre que no cayera ante sus encantos y que no quedara hipnotizado ante sus ojazos verdes esmeralda, su rostro delicado y armonioso, y esas curvas marcadas que presentaba su delicado cuerpo. Por eso, la decepción fue mayúscula y generalizada cuando luego de una larga espera, la población masculina comprobó que el hombre que ella eligió para casarse era ni más ni menos que Don Gervasio ¡un viudo de setenta años! Decepción y también muchísima sorpresa, ya que el viejo no era ningún acaudalado estanciero, mucho menos atractivo y encima tenía fama de solitario y huraño. Las comadres del pueblo salieron automáticamente con sus chismes diciendo que el viejo había hecho un pacto con el mismísimo demonio con el pervertido fin de conseguirse jovencitas, otras decían que Don Gervasio había engualichado a Yamila con algunos antiguos brebajes que le consiguió alguna bruja. Entre tanto, en el bar del pueblo algunos hombres comentaban que el viejo poseía un miembro viril de medidas descomunales, mientras que otros sostenían la teoría de que el anciano tenía superpoderes sexuales gracias a unas infusiones que realizaba con unos milagrosos yuyos que había encontrado en las sierras. Los más mal pensados del lugar insinuaban que si bien Don Gervasio no tenía ni un peso partido por la mitad, quizás estaría a punto de cobrar una cuantiosa herencia que la malvada Yamila le estaría por robar. Lo cierto es que el viejo y la bella joven se casaron, la boda fue una linda ceremonia, y la fiesta, a pesar de ser bastante austera, fue muy alegre y concurrida. Todo marchaba bien hasta que al cabo de un año, el paso del tiempo y las cuestiones biológicas terminaron de hacer su trabajo y así el pobre Gervasio partió de este mundo. Yamila, ahora una bella joven viuda, guardó religiosamente su luto y rechazó a cada hombre que se le acercó, aún luego de cumplirse un año del deceso de su marido. Un día, las comadres del pueblo se reunieron en la plaza y decididas, fueron en busca de la joven para sacarse la duda de una vez por todas. “¿Qué tipo de gualicho hizo el malicioso de Don Gervasio para quedarse con la belleza de esa joven?” Yamila las enfrentó muy indignada y gritó a viva voz a todos los que pudieran escuchar: “¿Quieren saber con que tipo de embrujo me conquistó? ¡Con amor! ¡Con ternura, cariño, comprensión, compañía! ¿Acaso no saben lo que es el amor? ¡¡¡Váyanse de aquí inmediatamente!!!”
Las viejas chusmas se retiraron murmurando por lo bajo, comentando lo poderoso que debe haber sido aquel gualicho que el viejo le dio a la joven, ya que su efecto perdura aún luego de su muerte.

martes, enero 11

Oscar Wilde en cuatro frases



- Perdona siempre a tu enemigo. No hay nada que lo enfurezca más.
- Detesto la vulgaridad del realismo en la literatura. Al que es capaz de llamarle pala a una pala, deberían obligarle a usar una. Es lo único para lo que sirve.
- La comunidad se embrutece infinitamente más por el uso habitual del castigo que por la ocurrencia ocasional del delito.
- Resulta de todo punto monstruosa la forma en que la gente va por ahí hoy día criticándote a tus espaldas por cosas que son absolutamente y completamente ciertas.

sábado, enero 8

Se acaba el mundo



De tanto gritar: “¡A coger que se acaba el mundo!” (o si mejor prefieren: “¡Hagamos el amor que se acaba el mundo!”) ante cada falsa profecía apocalíptica que aparecía en los medios de comunicación, el planeta finalmente terminó por destruirse, no por cataclismos cósmicos, ni hecatombes internacionales, ni castigos divinos, sino por culpa de la sobrepoblación mundial...

miércoles, enero 5

Groucho Marx en cuatro frases



- Un segundo matrimonio es el triunfo de la esperanza sobre la experiencia.
- No se a que viene admirar tanto a Moisés por los Diez Mandamientos. Yo también escribo, y a mí no me sopla Dios el argumento.
- Harpo heredó las cualidades de mi madre: amabilidad, comprensión y cordialidad. Yo heredé lo que quedaba.
- El verdadero amor solo se presenta una vez en la vida… y después ya no hay manera de sacárselo de encima.

domingo, enero 2

El suicida enamorado



Él era una persona solitaria y malhumorada. Además de aburrida, pesimista, triste. Y todo esto tenía un motivo: nunca se había enamorado. Nunca su corazón se había acelerado al punto de hacerlo estallar de alegría, de emoción, de sueños. Jamás había conocido a la mujer por la cual estaría dispuesto a hacer cualquier cosa por conseguirla, hablo de una de esas bellas damas que te llevan a cometer todo tipo de locuras con tal de lograr su amor. Esa vida tan gris, tan monótona y vacía que este muchacho llevaba, realmente no valía la pena ser vivida, por lo que en un atardecer de primavera mientras el cielo se volvía de color rojizo, decidió saltar desde la azotea del edificio en que vivía. Y lo hizo. Mientras su cuerpo caía velozmente hacia la calle, sus ojos abiertos, a pesar de que el miedo le hacía estallar el corazón, alcanzaron a ver como en un flash a una joven que, apoyada en la baranda del balcón, miraba como el sol se ocultaba tras los edificios. En ese instante, en una fracción de segundo que quedó congelada, pudo descubrir sus hermosos ojos, su sonrisa melancólica, sus labios sensuales, sus cabellos que flotaban en la suave brisa. Si. ¡Él se había enamorado! Por primera vez en su vida sus latidos galopaban enloquecidamente por causa del amor. Y así, de esta manera, esa chica del tercer piso pudo apreciar con todos los detalles como ese loco suicida terminó con su vida estrellándose en la vereda, sin que nadie se sorprendiera por la noticia de su muerte.