Este es mi gato Shato. Rocío, mi hija, lo encontró en la calle, se enterneció y al verlo abandonado no tuvo mejor idea que adoptarlo (Ella, con sus 8 años, sabe imponer sus decisiones, como pueden ya haberlo adivinado) Y bueno, que le vamos a hacer… a la larga uno también se va encariñando. Así, como pueden apreciarlo en la foto, está todo el día. Lo único que hace es comer, cagar y dormir. Pensándolo ahora, quizás por eso me cae bien: ¡somos los dos iguales y me siento identificado con él! Claro, con la diferencia que él estando al pedo queda re-dulce, y yo quedo como un reverendo vago de mierda…
¡¿¿Lo qué??!
Hace 3 horas.
1 comentario:
hermoso, shato!!
tengo debilidad por los gatos... este rubio, quedaría divino al lado de la larva gatuna negra con quien comparto el departamento.
besos!!
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