Obra de Rocío Tisera

viernes, octubre 30

3 al hilo de Albert Einstein


1- Tus problemas no se pueden resolver en el mismo nivel mental que tenías cuando los creaste.
2- El amor por la fuerza nada vale, la fuerza sin amor es energía gastada.
3- Lo importante es no dejar de hacer preguntas...

miércoles, octubre 28

Dolor de muelas

(Pablo Picasso)


El pobre de Pedro Delfini ya no soportaba más ese terrible dolor de muelas. El sufrimiento que le hacía sentir esa profunda carie no se lo deseaba ni a su peor enemigo. Cuatro noches sin poder dormir, en las que probó de todo, desde remedios caseros como hacer buches de salmuera, o colocarse un algodón embebido en alcohol sobre la zona afectada, o ponerse una bolsita de hielo sobre el rostro, hasta tomando distintos tipos de analgésicos, calmantes, desinflamantes y antibióticos. Hizo de todo, claro, menos lo que debía hacer, o sea ir al dentista, pero su insoportable fobia a los consultorios odontológicos le impedía recurrir a esa única solución posible para su mal.
Aunque claro, ya al quinto día de ese intenso dolor de muelas que casi lo estaba llevando al borde de la locura y el suicidio, no tuvo más remedio que visitar ese lugar infernal. Con el rostro claramente inflamado por su afección, ingreso apurado al consultorio y encaró directo hacia la secretaria para pedir un turno. Pero su verdadera pesadilla recién comenzaba.
-Señor, va a tener que esperar un momento porque el doctor tiene que atender a otros pacientes que ya habían reservado su turno. –Dijo la bella y amable secretaria, aunque ante los ojos de Pedro Delfini poco de bella y amable tenía esa joven. Es que su sufrimiento ya no le permitía ni disfrutar siquiera de la belleza de una mujer como aquella.
Tomó asiento y trató de pensar en cualquier cosa, con tal de poder quitar por un momento de su mente no solo el tormento que le causaba esa maldita carie, sino también el tétrico ruido del torno, los gritos y lloriqueos de esos niños esperando, tal como el sufrido Pedro, que la secretaria pronunciara sus apellidos para terminar de una buena vez con esa cruel espera que ya se transformaba en agonía.
Pero los minutos pasaban muy lentamente, hasta que llegaron a transformarse en una hora, y el apellido Delfini seguía sin ser pronunciado por los sensuales y carnosos labios de la secretaria. Con el correr de aquellos minutos, Pedro escuchó que ella llamaba a Larrauri, Tuero, Guerra, Fontana, Mazzacane, pero nunca su apellido. Ya había pasado una hora y media, y él seguía allí, aguardando, sufriendo, enloqueciendo…
Hasta que de pronto no lo soportó más y se puso de pié, y salió corriendo despavorido a la calle, como si se tratara de un poseído, intentando escapar de esa sinfonía de tornos, llantos y apellidos, yendo en busca de una farmacia en donde comprar el calmante más eficaz que puedan llegar a venderle. Y solamente allí pudo terminar con su horroroso dolor de muelas. Porque al cruzar la calle corriendo, desesperado, sin detenerse a mirar a los costados, no advirtió que un ómnibus se acercaba velozmente hacia él.
Así, el pobre de Pedro perdió la vida, exactamente en el mismo momento en que la bella secretaria del consultorio odontológico pronunciaba a quién le correspondía el siguiente turno: “¡Delfiniii!”.

lunes, octubre 26

El uno para el otro


¿Somos el uno para el otro?
¿Somos el uno para el toro?
¿Somos el uno para el orto?
¿Somos el uno para el roto?
¿Somos el uno para el otro-toro-orto-roto?

jueves, octubre 15

3 AL HILO DE FRIEDRICH NIETZSCHE

1- La madurez del hombre es haber recobrado la serenidad con la que jugábamos cuando éramos niños.
2- Creo que los animales ven en el hombre un ser igual a ellos que ha perdido, de forma extraordinariamente peligrosa, el sano intelecto animal.
3- Aquel que tiene un porque para vivir, puede enfrentar todos los como.

sábado, octubre 3

Telescopio

(Pintura de Sol Halabi)

Construí un sofisticado aparato, una especie de telescopio, con el cual puedo observarte desde cualquier lugar, sin importar que tan lejos o que tan oculta puedas estar. Me costó mucho trabajo realizarlo, pero la razón que me impulsaba lo justificaba. Necesitaba saber si tú aún pensabas en mí, si aún me amabas, si me extrañabas…
Pero en realidad, cuando observé tu bella figura a través de la lente, lo único que pude alcanzar a ver fue una larga sucesión de hombres desfilando dentro de tu dormitorio. Y tu rostro que se mostraba muy feliz. Demasiado feliz.
Hoy, aquel sofisticado aparato, esa especie de telescopio con el cual podía observarte desde cualquier lugar, se encuentra tirado y olvidado, cubriéndose de tierra, junto a esos cientos de inventos míos que en lugar de solucionarme la vida, solo logran arruinarla un poco más.