Obra de Rocío Tisera

miércoles, septiembre 20

La oportunidad

Iba caminando rápidamente. Lloviznaba por momentos y las calles se encontraban vacías, un poco por el frío, otro tanto porque pronto iba a anochecer.
Otra jornada de trabajo terminaba y deseaba ansiosamente regresar a casa.
Podía imaginarme estando ya en mi hogar, compartiendo un café bien caliente con mi esposa, escuchando las risas de mi hija...
Este viernes se había hecho eterno y durante todo el día las había extrañado.
En mi apuro, crucé una calle sin mirar y estuve a punto de ser atropellado por un auto que andaba sin luces. Creí haberme salvado de milagro.
Sentí como si me hubiese rozado las piernas y a pesar de no haberme encontrado heridas, no dejé de insultar al tipo que seguramente borracho conducía ese auto hasta que se perdió de vista.
Aún nervioso, doblé en la esquina, para aparecer por fin en la calle en que vivo e imprevistamente me topé con una mujer que se encontraba parada frente mio, mirándome fijamente a los ojos. La esquivé, creyendo por la forma tan provocativa de mirar que se trataba de una prostituta y sin prestarle mucha atención seguí mi rumbo. Pero ella me siguió con la vista y me llamó por mi nombre.
Yo me detuve, intrigado por saber porque esa extraña me conocía. Aún no había terminado de darme vuelta para enfrentarme a ella y comenzó a hablarme con voz firme y clara.
-Apúrate fantasma, que no puedo perder mi eternidad esperándote. Esta es una noche particularmente movida y debo llevar a varios como vos hacia el otro lado.
Solo alcancé a decirle: “¿Se siente bien?”, mientras especulaba si estaba loca, borracha o drogada. Y ella con una sonrisa que más que agradar, me intranquilizaba aún más, dijo:
-Te aviso que me estás haciendo perder tiempo, ya debería estar regresando a mi reino... acompañado por vos.
-¿Y precisamente, en dónde se encuentra su reino?- Le pregunté ya comenzando a fastidiarme
-Mi reino forma parte de la nada, al igual que tú. Para ser más exactos, tú vas a volver a ese lugar del que partiste el día que naciste en este mundo. Tú me llamas La Muerte. A mi me gusta que me llamen La Parca.
Ante esa respuesta totalmente ilógica, desquiciada, inesperada, solo se me ocurrió decirle, sin poder evitar reírme:
-Discúlpeme, pero yo me encuentro tan vivo como lo está usted.
-Mire hacia atrás- me murmuró. Y observé tirado en la calle el cuerpo sin vida de una persona joven. Era de baja estatura, pelo castaño oscuro, vestido con ropa de trabajo...
Era yo.
La parca continuó hablando:
-Por lo visto no te habías dado cuenta del accidente. Y el que te atropelló con su auto al parecer se fugó del lugar...
Yo quede mudo, congelado, sin saber que hacer ni decir. Mientras ella hablaba, pude ver su tez extremadamente blanca, sus cabellos enrulados y castaños, sus ojos grandes y negros que le daban una belleza exótica y una mirada profunda.
Ante esa onírica situación, solo se me ocurrió decir, casi de forma ingenua:
-Nunca imaginé que la muerte fuera una mujer, y tan bella, siempre creí a un esqueleto vestido con una túnica negra y que llevaba una guadaña.
Ella volvió a sonreír y con voz suave y sensual dijo:
-“Yo no soy mujer, tampoco soy hombre. Siempre me presento ante los ojos de los mortales como el opuesto. Si tu hubieses sido una mujer, lo más probable yo hubiese sido un joven apuesto. Más allá que sea La Parca, no tengo por que perder cierto encanto.
Y mirándome a los ojos me dijo:
-Me temes.
-“Quién no” le respondí rápidamente, comenzando a darme cuenta de lo que estaba pasando.
La Muerte comenzó a ponerse seria:
-No entiendo porque sientes miedo, si no tienes idea de como soy. Más deberías temerle a la vida, ya que ella es quién te castiga haciéndote sentir humillaciones, dolores, penas, amores no correspondidos, hambre, frío, calor, injusticia, violencia... a ella la conoces y no le temes y
en cambio a mi...”
-Precisamente, dicen que es mejor malo conocido que bueno por conocer.- dije sin saber que mierda decir.
-Puede ser. Pero para que veas como soy en realidad, te concedo una oportunidad.
-¿Y porqué, justamente a mí, me vas a dar esa oportunidad?
-No te creas único ni especial. Cada tanto hago una excepción con ustedes, los mortales. ¡No saben cuanto sufrimiento evitarían dejando este mundo! Pero igualmente se aferran con todas sus fuerzas a esta vida mezquina y materialista... Hoy estuve todo el día a tu lado y se cuanto extrañaste a tu familia. ¿Sabes porque tenías esa sensación? Era un presentimiento que tuviste. Mi presencia de alguna forma te alertó. Debo decirte que hace tiempo que no encuentro una persona con ese don”.
-De mucho no me sirvió ese don...
-Consuélate, tu final era inevitable. Yo nunca fallo... En fin, cierra los ojos durante unos segundos y todo lo que has vivido hasta este día, desaparecerá. Volverás a vivir desde tu adolescencia con la ventaja que podrás cambiar parcial o totalmente el futuro. Pero debes tener en cuenta que ha medida que transcurra el tiempo, te iras olvidando de esta vida que acabas de perder. No te preocupes, cuando los abras te darás cuenta de que se trata.

Sin saber porque razón, en vez de marcharme velozmente del lado de ella, le hice caso. Cuando levante los parpados, sentí una rara vitalidad, una sensación que se me hacía conocida. Me encontraba en un cuarto extraño, pero a la vez pude reconocer la cama, los posters, los muebles, la ropa desparramada... Tal como ella me lo había dicho, tenía nuevamente dieciséis años.
Desde ese día, cada noche antes de dormirme, me concentro con todas mis fuerzas en los rostros de mi esposa y de mi hija, temiendo que al amanecer se desvanezca el recuerdo de ellas. Ya he olvidado sus nombres y temo modificar mi vida al punto de estar frente a mi mujer y no reconocerla.
Aún deseo ansiosamente volver a mi hogar.

FIN

1 comentario:

Graciela L Arguello dijo...

Qué notable, Gustavo, cuando perdí muy prematuramente a mi hermano, pese a que no creo en otra vida ni cosa que se le parezca, me sorprendí muchas veces pensando lo terrible que sería que existiera esa otra vida, y que me cruzara con él, pero no pudiera reconocerlo....