Obra de Rocío Tisera

domingo, octubre 17

Un ramo de rosas

Pintura de María Chianalino
Héctor, apurado y nervioso, entró a la florería. Eligió un gigantesco ramo de rosas y escribió en la tarjetita con letra algo desprolija: “Mi nena, te amo más que nunca, mucho más de lo que lo hice siempre. ¡Perdoname!” Dio la dirección a donde debía ser enviado el ramo, pagó con su tarjeta de crédito y se marchó rápidamente. Se le hacía tarde para ir a la oficina y aún se sentía algo dormido. Es que había tenido una mala noche. Había discutido con Milagros, su amante desde hacía dos años y nada podía estar tan mal para él. Con Silvia, su mujer, si bien aún convivían, ya hacía casi tres años que no se dirigían la palabra, y ni hablemos de acostarse juntos. Pero nunca quisieron terminar de separarse para no perjudicar aún más a Mati, su único hijo, que con solo cinco años había estado reunido más tiempo con doctores que con otros niños, por culpa de una dolencia que apareció en el mismo momento en que vino al mundo.
Durante todo el día Héctor intentó comunicarse con Milagros, pero no tuvo suerte. Por lo visto ella seguía enojada con él y no tenía intenciones de volver a hablarle. Eso un poco lo sorprendió porque ella no solía ser muy rencorosa y esperaba que con el presente que le había enviado bastara para una reconciliación.
Cuando a la noche regresó a su casa, Silvia lo estaba esperando en el living. Ella estaba emocionada y se la veía muy feliz. Apenas atravesó el umbral de la puerta ella se le tiró encima para abrazarlo y besarlo y decirle que ella aún lo amaba.
“¡Gracias mi amor, gracias! Claro que te perdono, ¡me enviaste flores para la fecha en que nos pusimos de novios! ¿Cómo lo recordaste? ¡Además el detalle! Hacía cuanto tiempo ya que no me llamabas “mi nena”… Yo también te amo, Héctor…”
Él tardo un par de segundos para entender lo que había sucedido. En la mañana, aún algo somnoliento, dio la dirección incorrecta y el empleado de la florería en lugar de enviar las flores a Milagros se las entregó a Silvia. Todo lo demás fue pura casualidad. O el destino. Porque en lugar de reconciliarse con su amante, esa misma noche, se reconcilió finalmente con su mujer.

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