Obra de Rocío Tisera

viernes, abril 17

Anoche soñé con una guerra


Anoche soñé con una guerra, y fue una alucinación turbadora y escalofriante. En él, pude ver que La Vida era una bella dama que llevaba bien oculto, debajo de su hermoso vestido de fiesta, un sobrio traje de luto, de un lustroso negro, y que de esa manera, simplemente cambiando de vestuario, La Vida, tan agraciada y nuestra, se convertía ni más ni menos que en La Parca, la temida y detestable Huesuda. Todos los que nos hallábamos allí pudimos ver esa transformación. En el sueño, estaba seguro de que hasta los más crueles y cínicos verdugos habían comenzado a temer por sus propias vidas miserables.
Anoche soñé con una guerra, y pude ver escenas terribles, sucesos que no tenían ningún sentido para mí. Vi como soldados daban su vida por obtener una victoria para poder así convertirse en héroes, aunque esa misma celebridad les duraba solo un breve lapso de tiempo. Y vi como otros tantos soldados sufrían la inevitable derrota para transformarse así en mártires, aunque al menos tenían el consuelo de que de esa manera sus legados perduraban en el tiempo y la memoria.
Anoche soñé con una guerra. Una cruel guerra. El extraño paisaje en el que me hallaba se encontraba lleno de objetos grises y polvorientos, pero tan vacío de misericordia y humanidad, era todo tan solitario… En ese lugar, pude ver que los extensos campos habían tenido una cosecha demasiado macabra: centenares de helados cementerios, todos improlijamente adornados con mil flores descoloridas y resecas. En medio de esa calma tan desconcertante, tan descomunal, podría decir que el simple sonido de mi respiración me exasperaba, temiendo que mi presencia pudiera ser advertida por alguien, o por algo…
Anoche soñé con una guerra, y fue una verdadera pesadilla. Pude ver moribundos de largas barbas que ocultaban sus caras, pero no sus miedos. Puede ver personas vacías, sin rostro, sin alma, vagando sobre calles sin vida, mientras las carnes expuestas al sol comenzaban a apestar. Vi fantasmas bailando sobre las tumbas de sus enemigos y otros que destruían los nombres grabados en las grises lápidas de piedra. Pude ver a una de esas ánimas como demolía cada una de las letras que conforman mi apellido. En ese momento, tuve miedo de ya no poder despertar nunca más. Ese torbellino furioso de espíritus insatisfechos, aprovechaba la debilidad en la que se encontraba mi conciencia y se sujetaba a ella para hundirla en lo más profundo del frío barro.
Anoche soñé con una guerra. Una atroz y sanguinaria guerra. Desperté con el primer rayo de sol, sano y salvo, aunque bastante alterado y agitado por el miedo. Si, miedo. Ya es de mediodía y aún no puedo dejar de sentir ese mismo temor.

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