Obra de Rocío Tisera

lunes, junio 14

Seis partes



Cuando el tribunal me sentenció a la pena capital, lancé una estruendosa carcajada que estremeció la sala colmada. “¡Pena de muerte! ¿Matarme a mí? ¿No saben acaso de que yo soy inmortal? ¡Mi edad es incalculable!”, les grité. Pero por lo visto, ellos ya tenían bien en cuenta ese detalle y sabían bien lo que debían hacer. Por eso, lo que era mi cuerpo hoy se encuentra desparramado en el país, cada parte en una provincia diferente. Se que mi pie derecho está en Jujuy y el izquierdo en Neuquén, mi brazo derecho en Misiones y el izquierdo en Santa Cruz, el tronco de mi cuerpo en La Pampa, y mi cabeza, aquí, en Córdoba. Estos malditos me desmembraron para que así yo dejara de cometer crímenes. ¡Pena capital! Ahora solo soy seis partes esparcidas, separadas entre si, todas ellas prisioneras en cajas selladas, fuertemente custodiadas, que no hacen mas que ansiar desesperadamente el momento en que se volverán a reunir para conformar nuevamente un cuerpo y así poder cumplir con la venganza. ¿Matarme a mí? ¿No saben acaso de que yo soy inmortal?

2 comentarios:

Solera dijo...

me encantó como todo lo que haces en este espacio :)

mera dijo...

Lo del descuartizamiento era una ejemplarizante costumbre medieval. En cada puerta de la ciudad había una una piedra, llamada rollo, donde se clavaba una copia de la sentencia sobre cada uno de los cuartos, bueno no voy a soltar el rollo. No sabía que existía el desextizamiento...