Obra de Rocío Tisera

miércoles, enero 19

Gitana



Iba caminando distraído, casi sin mirar por donde iba y por esa razón no tuve tiempo de evadirla. ¿A quién? A una gitana, una típica gitana vestida con sus atuendos multicolores y adornada con sus brillantes cadenas y anillos. Ella era de unos cincuenta años aunque la verdad era muy difícil calcular su edad. Era alta, muy alta y sus ojos oscuros detrás de su nariz aguileña e intimidante le daban un toque enigmático que no dejaba de despertar cierta inquietud. Cuando estuve a punto de cruzar la calle para refugiarme en la otra vereda, ella me tomó fuertemente del brazo y en un instante, volvieron a mí todos aquellos recuerdos de mi infancia, el miedo que despertaban en mí los gitanos, obviamente debido a esas estúpidas amenazas que solían hacerme mis padres cuando era solo un niño (“Si te portas mal te van a llevar los gitanos”, “Haz caso o vendrán esos gitanos que roban chicos y después los venden”, etc.) y la desconfianza que despiertan en uno estas “adivinadoras” que apenas toman tu mano aprovechan para robarte la billetera…
-¡Muchacho, muchacho! Dame la mano, ¡Te leo el futuro! –Dijo con su voz ronca y estridente.
-No señora, le agradezco, pero estoy apurado… -Alcance a balbucear.
-¡Muchacho! ¿Tenés una moneda? ¿Un cigarrito? ¡Dame tu mano que te leo el futuro, muchacho!
No pude seguir negándome. Por lo visto esa mujerona contaba con más fuerzas que yo. Me tomó la mano con tanta presión que por un momento creí que me la iba a quebrar. Cuando tuvo la palma de mi mano ante sus ojos, frunció el ceño, escupió hacia un costado y luego de pronunciar unas cuantas palabras en rumano o en húngaro o algún idioma por el estilo, me miró fijamente a los ojos y me habló en un tono malicioso.
-Muchacho, ¡Alguien muy cercano a ti va a sufrir un accidente! Y por lo visto sucederá pronto –y lanzó una carcajada estruendosa. Yo hice un par de pasos hacia atrás, y antes de darle la espalda, le dije:
-Discúlpeme, pero no soy ignorante, yo no creo en esas tonterías…”
La gitana, al oír esto, se lanzó sobre mí insultándome en su idioma y me tomó nuevamente de la muñeca, forcejeando con violencia. Instintivamente, le di un fuerte empujón, y ella trastabilló con tanta mala suerte que terminó de espaldas en la calle. Y digo con mala suerte porque en el preciso instante en que esa alta y grandota mujer se desparramó sobre el pavimento, un auto se dirigía a ella a gran velocidad y su conductor no pudo evitar atropellarla. Aprovechando que nadie percibió lo que había sucedido, me hice el distraído y salí caminando a gran velocidad para escapar del lugar. Al llegar a la esquina, doblé hacia la derecha y subí a un taxi que justo se había detenido para que descendiera un pasajero.
-Vamos al centro –Le dije, y me sentí más tranquilo, aunque sin dejar de pensar en lo que acababa de acontecer. Al fin y al cabo, me había equivocado al prejuzgar a esa gitana, ya que sin lugar a dudas, y para mi sorpresa, ella había acertado con su fatídica predicción. “Alguien muy cercano a ti va a sufrir un accidente”, había dicho. Y eso fue exactamente lo que ocurrió…

2 comentarios:

Kareen dijo...

Buen relato. El ritmo es muy dinámico y es fácil imaginarse el apuro y forcejeo por escaparse. Me gustó bastante el juego de significados con la palabra "cercano". Pobre gitana... aunque toda una profesional eso sí... o una muy mala... depende del punto de vista xD.

Saludos, y perdón si no me pase antes. Como siempre muy buen material ;)

Solera dijo...

muy bueno como siempre, un abrazo!