Obra de Rocío Tisera

domingo, marzo 2

GENTE


En la parada del ómnibus se encuentra Carlos, que está llegando tarde al trabajo justo en la semana en que la empresa despidió a cinco de sus compañeros. Cerca de él se encuentra Leonor, una anciana que cada noche siente agudos dolores en el pecho y que teme morirse. El ómnibus se detiene y su chofer es Julio, que está muy preocupado por una deuda impaga que está a punto de dejar a su familia sin hogar. Un auto se detiene detrás del ómnibus, es manejado por Juan que no tiene un buen día, ya que antes de salir discutió muy violentamente con su esposa y en este mismo momento está pensando en divorciarse. Un peatón aprovecha el semáforo y cruza rápidamente la calle, es Víctor que va a ser nuevamente papá y que está desesperado por que no encuentra trabajo. Él, pasa al lado de un vendedor ambulante llamado Tito que siente una gran pena porque sus hijos no lo visitan, se siente viejo, ignorado y menospreciado. De pronto sus ojos y los del resto de los transeúntes se elevan para ver a Carla, que camina sensualmente por la peatonal desparramando belleza, mientas que por dentro, en su interior, ella se siente fea, gorda, ridícula. Un hombre sentado en el bar le tira un beso a través del vidrio. Es Walter, un solterón con aires de dandy que más allá de su imagen de ganador es un hombre solo y triste porque ninguna mujer lo ama de verdad. Una moza se acerca a su mesa y le trae un café, es Lorena, quien finge una sonrisa aunque en realidad quiere llorar, cansada de que el dueño del bar la acose y le pida que se acueste con él. En la vereda hay un canillita, es Manuel, quién le hace bromas a un quiosquero porque ayer perdió Belgrano, a pesar de que aún no vendió ningún diario y que hoy no va a tener mucho para comer. El quiosquero, Claudio, se ríe a pesar de la derrota del club de sus amores, intentando distraerse de ese gran dolor que siente bien adentro, ya que su hijo otra vez está preso, otra vez por las drogas. Una chica de no más de dieciséis años se acerca al quiosco y compra un cospel para el ómnibus, es Tamara que está nerviosa y ansiosa por llegar a la casa de su novio para preguntarle si es cierto lo que las chicas le contaron, que él anoche salió a bailar con una amiga de ella. Va hacia la parada y cruza ante un puesto de flores que es atendido por Marta, una cincuentona a la que la menopausia la tiene mal y la falta de cariño y de amor de su esposo peor. Una pareja se acerca a comprar flores, son Marcos y Victoria, quienes como todos los jóvenes son ingenuos y soñadores, y se aman. Él está pasando un grato momento con ella, pero le preocupa un poco el examen que mañana le tomarán en la facultad, y estaría más tranquilo si pudiera volver a su departamento a estudiar. Ella lo ama, pero no sabe como decirle que tiene un embarazado de dos meses y que él es el padre de ese bebé. Se besan, se sonríen y siguen caminando hacia la plaza, donde se encuentra un tipo de unos treinta y cinco años llamado Gustavo, quien escribe improlijamente sobre unas hojas sueltas. Él está molesto porque lo que escribió no lo termina de convencer, y decide darle fin a sus palabras. Mientras tanto, la ciudad se siente triste y deprimida, y pareciera que está a punto de estallar.

FIN

6 comentarios:

EL INSTIGADOR dijo...

Pues, a diferencia de Gustavo, a mi me parece muy bueno, original y con garra. Esperemos que antes de tres meses volvamos a saber de ti.

Un cordial saludo.

Carmen dijo...

Yo le diría a Gustavo que siguiera escribiendo, por mucho que no le convenza, porque así alegraría a Carmen y al Instigador (y a otros muchos) que suelen leerle con gusto.

Un abrazo.

Solera dijo...

Gracias por contestar :)

Me pregunto si en esa historia cabe alguien -quien sea- que simplemente decidió no ir a la escuela y mejor caminar tranquilamente por la ciudad, regalarse unas flores, tomarse un café y dejarle buena propina a Lorena, la mesera, luego tomar fotos en la plaza y observar a ese desconocido que escribe, analizarlo de lejos e intentar hilar el porqué de su empeño casi agresivo si podría mejor disfrutar del día tan templado que tenemos hoy.

Buen día

Unknown dijo...

¡Hombre! Justamente esta semana que cierro tu link pensando que había sido tu fin y vas y se te ocurre, dejar que una hoja suelta que te estaba dejando molesto, se cuele en la pantalla.
Será interesante ver como se alza el animo, sin dejar por ello que se reflejen los pequeños entuertos del cada día.

Graciela L Arguello dijo...

>Excelente, como siempre. Has pintado magistralmente el reverso de la vida de los seres que pululan por la ciudad un día cualquiera.
Agregaría al Negro, un perrito callejero que correteando entre unos y otros, puso en contacto la huella de la caricia de una mano, con la de otra mano igualmente solitaria, que unos segundos antes también lo acarició.

Sólo él, en su inocencia, puede entrelazar las vidas de tantos desconocidos, con el mejor material para tejer cualquier abrigo: el amor, sea cual sea su forma.

Celebro que vuelvas a actualizar tu blog, un beso Graciela

Anónimo dijo...

Brillante. A mi opinión uno de tus mejores cuentos (sino el mejor)