Obra de Rocío Tisera

lunes, marzo 10

En el supermercado



Estaba formando cola en la caja del supermercado, cansado, aburrido y con mis piernas entumecidas. Me encontraba bastante fastidioso y malhumorado. Y es que odio hacer las compras, pero para mi desgracia no me queda otra opción. Si estuviera casado, lo más probable es que mandaría a mi esposa a que fuera, sola por supuesto, a comprar lo que nos hace falta, pero bueno, esta es mi triste realidad. La fila de gente cargada de alimentos, productos de limpieza, ropas, pañales, etc., no se movía prácticamente ni un miserable centímetro. La joven que atendía la caja se manejaba con tal parsimonia que exasperaba a todos los que estábamos allí. Y por si fuera poco, una mujer gorda, culona y grande como ballena, que transpiraba como un barrabrava de fútbol, se coló en la fila y puso su carrito lleno de productos justo delante de mí. Yo, indignado, no pude impedir tocarle el hombro para que se diera vuelta y así aclararle la situación.
-Señora, disculpe…
Cuando ella se dio vuelta, me miró a los ojos y comenzó a reírse ampulosamente. Tenía la cara redonda y regordeta, y su amplia risa reveló que le faltaba algún diente. Un ligero bello debajo de su nariz la hacía ver como si tuviera bigotes y sus ojos verdes brillaban con alegría al mirarme. No se porque, su mirada se me hacía conocida.
-Flaco, disculpame, ¿Vos por casualidad no fuiste en la primaria al colegio Cárcano?-Me preguntó la obesa señora, lo que me revelo dos cosas: una, que por el trato debía tener más o menos mi edad, aunque parecía mayor que yo, y la otra, que me conocía. La bronca que al principio sentí por ella dio paso a la curiosidad.
-Si, fui al Cárcano. ¿Nos conocemos?
-Vos terminaste séptimo grado en el año ochenta y cinco, ¿No?
-Haber, dejame pensar… Mmm… Si, si, fue en el ochenta y cinco.
-¿Te acordás de Cecilia, la chica que salía en todos los actos del colegio de bailarina?
-¡Si! ¡Cómo no la voy a recordar! Siempre estuve enamorado de Cecilia, ¡Ja! Ella iba al otro séptimo, yo al A y ella al B, por eso… -De pronto me callé. La miré nuevamente a los ojos, y esos ojazos verdes no me dejaron duda alguna, me quedé sin palabras…
-Germán, ¡No me digas que no me reconociste! ¡Soy yo, Cecilia! ¿Cómo andás? ¡Tanto tiempo! Veinticinco años pasaron ya sin vernos…
-Si, mucho tiempo pasó…
-Ya que estamos, yo también te confieso algo, yo también estuve toda la primaria enamorada de vos. Mira lo que son las cosas de chicos, ¿No?
-Si, ¡Ja! Lo que hacemos cuando somos chicos
-Vos estás igual Germán, aún tenés esa cara de poeta enamorado, ¡Ja, ja!
-Y vos todavía tenés esa mirada hermosa y cautivante, Cecilia…
-¿Te casaste? ¿Tenés hijos?
-No y no. Vengo zafando. ¿Y vos?
-No, tampoco. Como dice mi bisabuela, ando solterita y sin apuro.

Mientras hablábamos, la fila de la caja poco a poco se fue adelantando, hasta que nos llegó el turno a nosotros. Pagamos, salimos en busca de un taxi para poder llevar las bolsas de las compras y sin saber porque, la invité a almorzar a casa. Ella aceptó complacida, riéndose como siempre. A la tarde, luego de la comida, y sin muchos preámbulos, hicimos el amor hasta la extenuación. Yo, Germancito, le hice el amor a la Ceci, la del séptimo B. Quizás ella ya no sea la misma y no tenga nada de aquella figura y aquella belleza con la que la recuerdo a la distancia, pero bueno, al fin y al cabo, yo tampoco soy el mismo de antes, y los años pasan para todos. Lo importante es que ahora ella es feliz, tanto como lo soy yo. Es que sin querer, ella consiguió la compañía de un hombre, y yo, ya conseguí a alguien que se encargara de hacerme las compras en el supermercado.

FIN

5 comentarios:

Solera dijo...

Jeje que felices todos, y las gorditas de cara bonita somos las más felices y las que conseguimos a los mejores partidos.

Eres supersticioso?

Gracias por la felicitación al cumpleañero blog que ya es todo un bebé grande.

Unknown dijo...

gorda, culona y grande como ballena… ¿La encontraste o te encontró?
¡Cuídate!
Que después viene que el carro es demasiado grande y demasiado cargado y… terminas por acompañarla al supermecado a comprar.
Un abrazo.

Carmen dijo...

Ya me gustaría a mi encontrarme a algunos compañeros de clase. Recuerdo en especial a Vicente, el que estuvo enamorado de mí sin importarle que yo era una gorda grandullona (también de ojos verdes). El tiempo se ha encargado de afinarme y desembrutecerme, y me encantaría encontrarme a Vicente para darle las gracias por su amor desinteresado a pesar de mi ingrata correspondencia de entonces.

Me ha gustado mucho.

Un abrazo

Guillermo dijo...

Me ha gustado , me he identificado con la historia , yo siempre miro el interior no tanto el exterior de la persona.

EL INSTIGADOR dijo...

Veo que sigue tu ironía fina y esa visión diferente del mundo.

También veo que has recuperado el ritmo de escribir. Me alegro por mi.

Un abrazo