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"Pausa (en la larga marcha)". Pintura de Diana Dowek
Los perros husmean entre el montón de basura que forma montañas gigantescas.
Los niños duermen a la intemperie, cerca de líquidos cloacales que forman una laguna nauseabunda.
Moscas, hormigas, cucarachas, ratas, andan de aquí para allá, vagando por el lugar inquietas, pareciendo sufrir de cierta ansiedad.
El cielo es completamente gris, y no porque haya llegado el otoño, sino por el denso humo de unos neumáticos consumidos por las llamas.
Por eso el sol ya no es más un sol, sino un tímido círculo que apenas se hace notar.
Por eso los niños hace mucho tiempo ya que no juegan, y por lo tanto, que ya no ríen.
Esto que describo no lo he sacado de mi imaginación, tampoco lo leí en algún libro, ni lo vi en una película, ni me lo contaron.
Mis ojos aún lloran por el humo.
Mi nariz aún huele el hedor.
Mi corazón se avergüenza profundamente de no saber, de no poder, de no querer terminar de una vez con ese paisaje infernal, con esas desgarradoras imágenes que resumen la injusticia, la desigualdad social, la falta de oportunidades, la corrupción, la ausencia del Estado, la falta de solidaridad…
Por eso el sol ya no es más un sol.