Obra de Rocío Tisera

martes, mayo 20

Moab, el mentiroso


Hace un par de milenios atrás, poco antes de comenzar la era cristiana, vivía en la antigua Palestina un anciano muy mentiroso y estafador llamado Moab. Este viejo, mezquino y ventajista, había logrado acumular a lo largo de su vida una considerable fortuna, mediante fraudes y negocios ilegítimos. Un día, Moab se encontraba en su hogar muy entretenido haciendo un balance de sus riquezas, cuando de pronto escuchó una voz grave e imperativa que parecía provenir del cielo y que le decía: “Moab, te habla tu Dios, te ordeno hacer lo siguiente: regala tus riquezas entre los mas necesitados del pueblo, y yo me comprometeré a triplicar tu fortuna”. El viejo, sin salir del todo de su asombro, se dispuso a lleva a cabo la tarea encomendada lo antes posible, no porque fuera muy creyente, sino porque apenas terminó de escuchar esa voz se dio cuenta que estaba a punto de hacer un gran negocio: ¡Poseer tres veces mas dinero del que ya tenía! Ese mismo día, Moab salió a recorrer el pueblo repartiendo todas sus posesiones. La gente al ver a ese viejo avaro realizando tan noble acción, pensó que finalmente Dios había tocado su alma y que esto era realmente un milagro.
Paso el tiempo y Moab cayó en la miseria absoluta. Tenía hambre, sed, frío y andaba por las calles sin rumbo, vestido andrajosamente, sucio y algo demente. En vano espero que aquella voz que supiera escuchar cumpliera con lo pactado. Al cabo de unos meses, Moab murió en la más absoluta pobreza y soledad.
Al morir, el viejo debió pagar por sus miles de pecados y malas acciones que realizó a lo largo de su existencia, por lo que terminó, y de hecho aun se encuentra allí, en el horrible y tormentoso infierno.
Apenas ingreso a ese mundo maldito, se encontró con el mismísimo demonio, que parecía estar esperándolo. El diablo, cada vez que miraba a Moab, no podía dejar de reírse con largas y estruendosas carcajadas. El viejo asustado y confundido, no entendía nada de lo que estaba sucediendo.
-Moab ¡Amigo! Dime… ¿Te gustan las mentiras? ¡Porque a mi me encantan! ¿Recuerdas aquella vez que te habló Dios?
-Si, recuerdo…- dijo el anciano.
-Bueno, aquella vez, en realidad, no te habló Dios… ¡El que te habló fui yo!
Y el diablo, nuevamente, se puso a reír burlonamente, gritando de alegría hasta el punto de que varias lágrimas cayeron de su desfigurado rostro.
Moab, humillado y derrotado, se arrodilló en ese áspero y ceniciento suelo, y se largó a llorar amargamente.