Obra de Rocío Tisera

lunes, enero 15

Bettina

Hacía mucho tiempo que había esperado este encuentro, Bettina. Tu bien lo sabes.
¿Cuánto tiempo pasó desde la última vez que nos vimos? ¿Dos años ya?
Cuanto sufrí por tu amor no correspondido, por tu continua negativa de darme de una vez por todas la oportunidad de estar a tu lado…
Siempre tuve la esperanza de que llegara otra vez la ocasión de estar frente a frente, para poder decirte que aún quiero casarme contigo para así estar hasta el fin de nuestros días viviendo tan solo el uno para el otro. Siempre supe que nos volveríamos a ver…
¡Pero por que justo ahora!
Te veo parada en la vereda del frente, mostrando en tu rostro un gesto que es mezcla de confusión, espanto y repulsión en partes exactamente iguales.
Yo estoy saliendo de un hotel por horas (siempre recuerdo como tu Bettina detestabas que yo me refiriera a esos lugares como “telos”) de la mano de un exuberante y fornido travesti que llevaba una minúscula minifalda y una peluca rubia tipo Marilyn Monroe.
Veo como tu rostro se desfigura, como tus cabellos rojizos cubren tus ojos, sin que tus manos hagan nada por retirarlos de tu bella carita, veo como tus carnosos labios comienzan a tiritar levemente, hasta que la primera lágrima logra escaparse...
Lloras y esas gotas perladas comienzan a humedecer tus pecosas mejillas y observo como de pronto das media vuelta y tu hermosa figura se va alejando de mí, primero lentamente, para luego terminar corriendo como loca.
Yo me quedé sin hacer ni decir nada, tan solo miré como la oportunidad que había esperado durante mucho tiempo se esfumaba ante mis ojos, como tu aparecías y desaparecías como lo podría haber hecho un espectro, un fantasma.
Detuve un taxi, me despedí cálidamente de Kimberly (así se llamaba mi acompañante, mi bello ex jugador de rugby) y simplemente le dije al chofer: “siga a aquella chica”.
Sin lugar a dudas, tendríamos muchas cosas de que hablar.

FIN