
Un primo mío, a quien llamaremos M.E.T. para resguardar su identidad, de acuerdo a recomendaciones de la autoridad policial, desapareció de su hogar sin dejar ningún rastro. En su habitación, solo se pudo encontrar una misteriosa nota escrita a mano, apenas legible, debido quizás a los nervios o al apuro que tuvo en el momento de redactarla. En ese papel había escrito lo siguiente:
“Si alguien lee esta nota es que no pude zafar de esta. Por la ventana puedo ver a ese maldito duende otra vez. Siempre creí a producto de mi imaginación, pero no, ¡es real! Ahora puedo comprobarlo porque me ha herido con sus largas y filosas uñas.
Ese monstruo está a punto de entrar a la casa. He llamado a la comisaría y nadie me creyó. Les doy un consejo: nunca silben de noche, menos si están en la calle, porque el duende…”
Allí termina el misterioso escrito.
Dentro de la casa, en la cual él vivía solo, no se halló ningún rastro de sangre, ni indicios de robo, ni algún tipo de desorden que llevara a los investigadores a evaluar alguna hipótesis de pelea o robo.
La autoridad policial se encontraba bastante desorientada y no sabía como orientar la búsqueda. Y es que había algo que tenía a todo el mundo totalmente desconcertado y que carecía de sentido: si bien no encontraron sobre el barro que rodeaba la vivienda, ni huellas de algún vehículo, ni pisadas que pudieran ser de M.E.T. o de alguna otra persona a, si hallaron unas pequeñas huellas que por el tamaño y las características de ellas, parecían provenir de un sujeto de muy pequeña estatura, quizás del tamaño de un niño de no más de cuatro años.
Tú, ¿Crees o no? Prueba con silbar de noche, cuando camines por una de esas oscuras calles de la localidad de Malvinas Argentinas.
FIN
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