La mujer provoca una mirada.
La mirada activa la atracción.
La atracción desemboca en un impulso.
El impulso nos lleva a pronunciar una palabra.
La palabra despierta simpatía.
La simpatía se transforma en cariño.
El cariño hace irresistible una caricia.
La caricia obliga al beso.
El beso nos convence de estar enamorados.
De estar enamorados pasamos al noviazgo.
El noviazgo se consolida en el casamiento.
El casamiento descubre al verdadero amor.
El amor se vuelve semilla en el embarazo.
El embarazo crea una nueva vida.
Nueva vida que en un pestañeo,
transforma al embrión en feto,
al feto en bebé,
al bebé en niño,
al niño en adolescente,
al adolescente en joven,
al joven en maduro,
al maduro en anciano.
¿Y que fue de aquella mujer,
de aquella atracción,
de aquel enamoramiento,
y de la palabra,
la caricia,
el beso,
el noviazgo,
el casamiento…?
Cenizas.
Solo cenizas.
La mirada activa la atracción.
La atracción desemboca en un impulso.
El impulso nos lleva a pronunciar una palabra.
La palabra despierta simpatía.
La simpatía se transforma en cariño.
El cariño hace irresistible una caricia.
La caricia obliga al beso.
El beso nos convence de estar enamorados.
De estar enamorados pasamos al noviazgo.
El noviazgo se consolida en el casamiento.
El casamiento descubre al verdadero amor.
El amor se vuelve semilla en el embarazo.
El embarazo crea una nueva vida.
Nueva vida que en un pestañeo,
transforma al embrión en feto,
al feto en bebé,
al bebé en niño,
al niño en adolescente,
al adolescente en joven,
al joven en maduro,
al maduro en anciano.
¿Y que fue de aquella mujer,
de aquella atracción,
de aquel enamoramiento,
y de la palabra,
la caricia,
el beso,
el noviazgo,
el casamiento…?
Cenizas.
Solo cenizas.
3 comentarios:
Interesante metáfora, Gustavo.
Saludos!
Gustavo
antes de cenizas,historia
con más o menos glorias
eso es el destino
y las mujeres sabemos vivirlo!
Precioso!
♥♥♥besos♥♥♥
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