Obra de Rocío Tisera

viernes, agosto 28

El dolor le hizo recordar

El dolor le hizo recordar de pronto quién fue, quién es, y quién nunca dejará de ser: el típico cobarde que inevitablemente hoy debe convertirse en héroe, si es que desea sobrevivir una noche más; la pobre víctima que debe transformarse por una vez en un cruel y despiadado victimario, si lo que quiere es poder consumir la ansiada venganza.
El dolor le dio el ánimo necesario para tomar con decisión y firmeza el arma.
Y también para poder disparar.

martes, agosto 25

Hermosa mañana

Es una hermosa mañana. Desde mi avión puedo ver como el rojizo sol se refleja majestuosamente sobre el mar. El cielo está desnudo, sin ninguna nube que lo oculte. Las olas danzan suavemente alrededor de las embarcaciones. Es una verdadera lástima que me encuentre aquí, en medio de una guerra mundial, y que no pueda disfrutar de esta postal tan bella. Es una pena que este avión sea un caza de combate, y no uno privado, o de pasajeros, al igual que es una verdadera pena que yo sea un piloto de combate, y no un simple turista, o un millonario excéntrico. Pero ya no hay marcha atrás. Ni tengo tiempo que perder. Como buen piloto del Imperio del Sol, debo ser valiente y honorable hasta el último de mis minutos, y de hecho, se que falta muy poco para llegar a él. Allí se encuentra mi objetivo, el portaaviones más importante y estratégico de esos malditos americanos. Ahora, en este preciso momento, me acerco a esa nave a toda velocidad en un impresionante vuelo en picada, y veo de bien cerca el fuego antiaéreo que descargan las baterías sobre mi avión. No me preocupo demasiado en disparar mis armas. Soy un kamikaze, el arma más temida de esta guerra. La bomba es ni más ni menos que mi avión, y mi deber es sacrificarme junto a él. Es una hermosa mañana. El sol sigue ascendiendo sobre el cielo despejado, mientas las aguas del océano se mecen con premura. Creo que lo mejor que puedo hacer es guardar estas bellísimas imágenes en mis retinas. Hermosa mañana…

sábado, agosto 22

Golpes

Así debo verme algunos días, con el rostro deformado por los golpes, tal como este pobre boxeador. Golpes, puñetazos, que lanzan el cruel destino, las desilusiones, las traiciones, las injusticias, las penas, el desamor… De vez en cuando, alcanzo a esquivar algún que otro gancho al hígado, algún cross de derecha, pero siempre acabo desmoronado en la lona, escuchando resignadamente la cuenta del árbitro. Desde el piso, atontado, escucho a lo lejos la cuenta del réferi: “1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9…”, y suspirando profundo, juntando coraje, vuelvo a levantarme, maltrecho, adolorido, mareado, confundido, pero de pie, y diciéndome: “¡Qué sea lo que Dios quiera!”
Es que de eso se trata la vida, ¿no? Es caer y volver a levantarnos, una y otra vez.

miércoles, agosto 19

Rompecabezas

Hoy, como todos los días, sin percibirlo, sin llegar jamás a darnos cuenta, nos vamos convirtiendo en una nueva pieza, cada vez más pequeña, cada vez más insignificante, de este gigantesco rompecabezas al que todos pertenecemos. Desde bien cerca, puede verse a cada uno de los individuos que integran el puzzle. Desde bien lejos, puede verse a la mismísima humanidad, ensamblada, apiñada, amontonada, pero en soledad.

domingo, agosto 16

Trece días

Sin llegar a darse cuenta, Víctor cerró los ojos por un segundo, quizás solo fue un perezoso parpadeo. Se encontraba extenuado, sin ánimo, exhausto. Ya llevaba dos días sin poder dormir. El cómodo sillón en el que descansaba lo cobijó como si fuera un cálido nido, un protector útero, y de esa manera, Víctor al fin durmió. Y soñó, soñó de golpe todo lo que no había tenido oportunidad últimamente. En uno de esos sueños, un bello ángel se acercaba hasta donde él se encontraba, y le acariciaba los cabellos mientras murmuraba en sus oídos, con la voz más dulce que jamás logró a escuchar, las siguientes palabras: “No entierres a tu esposa. Ella pronto resucitará”. El pobre Víctor, de un salto se levantó del sillón, y no pudo contener las lágrimas. Por un instante, se había olvidado del lugar en se encontraba. A un par de metros de él, un féretro abierto estaba siendo velado. Lo rodeaban muchas personas, algunas muy conocidas, otras, completamente extrañas. Todos lloraban con el mismo dolor que sentía él.
“Celeste, porque te fuiste, mi Celeste”, sollozó Víctor cuando volvió a ver el rostro de su esposa, aunque ya no era él mismo que conocía. Le besó la frente, y comprobó que estaba muy pálida, muy fría, muy… Ya había amanecido, y la radiante luz del sol, reflejada en sus lágrimas, pareció quemarle los ojos.
De pronto, un señor vestido de un lustroso traje negro se le acercó con lentitud, le volvió a dar el pésame y le dijo con voz resignada: “Señor, ya es hora de cerrar el ataúd”. Víctor, por un instante, estuvo a punto de decir que si, casi de forma automática, pero al mismo tiempo recordó el sueño en el que ese ángel le avisaba sobre la pronta resurrección de su esposa. “¡No!”, gritó, “¡Aun no! ¡Denle tiempo por favor!”.
El encargado de la sala velatoria, sorprendido, le preguntó sin perder su parsimoniosa formalidad, “¿Tiempo para que, señor?”. “¡Para que resucite! ¿Para qué va a ser sino?”, fue la sorpresiva respuesta. Al oír esto, las mujeres que se encontraban en la sala comenzaron a llorar aún con más desconsuelo, mientras que los hombres se acercaban a él para calmarlo e intentar hacerlo entrar en razón. “Tranquilo víctor, tranquilo. Tomá un calmante, estás bajo mucha presión y…” Pero él no los escuchaba, solo repetía una y otra vez, cada vez con más vehemencia, con más convencimiento, “¡No se van a llevar a mi mujer! ¡Ella va a resucitar! ¿No lo entienden? ¡Me lo dijo un ángel!”De nada sirvió que sus familiares y amigos intentaran convencerlo de que todo eso era totalmente imposible, no lo lograron ni aún recordándole por cuanto tiempo la pobre de Celeste sufrió por ese maldito cáncer que finalmente le robó la vida. Víctor no pudo, no logró, no quiso entenderlo. Es por esa misma razón que ahora, en este mismo momento, él se encuentra en su casa, observando fijamente el féretro abierto ubicado en el living, a la espera de que su amada mujer resucite, a pesar de que eso es algo sobrenatural, a pesar de que ya han pasado trece días desde que aquel ángel le hablara en el sueño.

lunes, agosto 10

Perdón si me olvidé


PINTURA DE SOL HALABI

Perdón si me olvidé
de nuestro aniversario,
del día de tu cumpleaños,
de aquella canción que sonaba
cuando nos conocimos,
de tu sabor de helado preferido,
de despertarte con un beso,
de tu segundo nombre,
de avisarte que llegaría tarde.
Perdón si me olvidé
de todas estas cosas
y de algunas otras más.
Pasa que,
como siempre,
ando distraído,
volando por los aires,
viviendo en la luna,
y me olvido de todo.
Esto me viene sucediendo
desde hace ya
un buen tiempo,
más precisamente
desde aquel día,
en que comencé a pensar
en ti.

viernes, agosto 7

Luca Prodan

Allá, por mediados de los ’80 (¡Que quieren que haga! Hace poco cumplí años y sufro de nostalgias…) Luca Prodan, italiano que cantaba en inglés en ese fantástico grupo de rock argentino llamado Sumo (del cual nacieron bandas como Divididos, Las Pelotas y “personajes” como Roberto Pettinatto), gritaba en una de sus canciones más emblemáticas, en su típico castellano cocoliche: “¡¡¡No se lo que quiero, pero lo quiero ya!!!”. Han pasado ya más de veinte años de la desaparición física (los ídolos del rock nunca mueren) de Luca y sin embargo, las nuevas generaciones aún aprecian su legado musical y la influencia que ejerció sobre las bandas rockeras actuales. Mientras tanto, yo, a mis treinta y siete años de vida, aún sigo cantando esa canción con la misma emoción que sentía cuando solo tenía quince: “¡¡¡No se lo que quiero, pero lo quiero ya!!!”.

martes, agosto 4

Ideal

Quizás no soy
tu hombre ideal.
Quizás tú no eres
mi mujer ideal.
Pero…
¡qué importa!
Si nuestras vidas
así de unidas,
así de inseparables,
se transforman,
se convierten
en algo sumamente
ideal…

sábado, agosto 1

Dibujo de Rocío

Este dibujo fue hecho por Rocío, mi hija, que hace poco cumplió 9 años. Viéndolo, advierto de como nosotros sin darnos cuenta, vamos cambiando con el paso del tiempo (envejeciendo, bah!). Uno, a causa de miles de factores externos como los estudios, el trabajo, los problemas familiares, la inseguridad, la falta de dinero, la incomprensión, etc., va perdiendo la inocencia, la frescura, la ingenuidad, la honestidad, la imaginación, la originalidad… ¡Cómo quisiera volver a tener 9 años! Y pensar que Rocío desea ser grande para poder hacer “lo que ella quiera” (¡Ja Ja Ja!).