Obra de Rocío Tisera

sábado, agosto 30

Suena mi celular



Suena mi celular en algún lugar perdido de mi casa, y no lo encuentro. No se donde está, pero se muy bien que es ella quien me llama.
El teléfono suena insistentemente pero aún así no consigo hallarlo, como si una maldición hubiese caído sobre mí para alejarme de ella, para acercarme hacia mi propio fin.
Se que quién llama es ella, no puede ser ninguna otra persona.
Pasan rápidamente los segundos, hasta convertirse en un largo minuto, y el celular se queda callado, y su música, su dulce ring-tone, deja de sonar para siempre.
No se como explicarlo, pero se a ella quien intentaba comunicarse conmigo. Lo se, así como se también que nunca más ella volverá a llamarme.

jueves, agosto 28

Él



Al fin, un día, él se cansó de arrojarse al vacío, desanimado por tanto repetir esa ceremonia en cada fecha de cumpleaños. Y se dio cuenta de que no quedaban más balas disponibles para viajar por sus carnes, esas balas que utilizaba contra si mismo cada vez que el pasado se despertaba en su mente, y lo acosaba con sus culpas.Y se aburrió de balancearse casi graciosamente, sujeto de una gruesa soga que colgaba del techo y que rodeaba su cuello, tal como acostumbraba a hacerlo en aquellos momentos en que no creía en nada y sufría en su interior una soledad insoportable. Y observó hasta el hartazgo, como en esas noches en que no tenía a nadie cerca a quien pedirle perdón, sus fatigadas venas iban desafilando cada uno de los oxidados cuchillos que tenía en su casa. Y se hastió de consumir drogas, sin que nunca llegara a esa ansiada sobredosis y de aspirar el gas que escapaba del horno de la cocina, sin que nunca lo durmiera y asfixiara y de las descargas eléctricas que nunca lo fulminaban y de beber hasta lo intolerable, todos los venenos a los que finalmente resultaba ser inmune y del profundo y embravecido mar que no lograba ahogarlo y del indomable fuego que no lograba hacer arder su piel y de los trenes veloces que lo atropellaban, sin causarle daño alguno. Al fin, un día, él se dio cuenta en que consistía todo aquello, y recién en ese momento se percató quien era en realidad, y descubrió que jamás hubiese podido suicidarse, ya que su condición jamás se lo hubiese permitido. Él era una divinidad que gustaba soñar con ser simple mortal y que solía olvidarse muy a menudo que pertenecía a la monótona y aburrida eternidad. Él, solo de esta manera podía jugar incansablemente a enfrentarse con la muerte, esa dama misteriosa y desconocida a la que nunca llegaría a conocer personalmente. Él era un dios pagano. Una deidad. Él era ni más ni menos que Dios.

miércoles, agosto 27

Mi final



Se acerca mi final lo se. Puedo sentir el aroma del abismo invadiendo mi habitación. Puedo escuchar los gemidos del tiempo gozando el ocaso. Todo se termina y ya no tiene sentido que me preocupe por quién cuidara mis pertenencias, por quien velará mi recuerdo, por quien me rescatará del olvido. Me voy arrastrado por lo inevitable, enredado entre lo que fui y ya no volveré a ser.Se acerca mi final y sin embargo no siento nostalgia, no siento miedo, no siento rencor. Lo único que alcanzo a sentir en este momento tan intenso, tan dramático, es curiosidad. La misma curiosidad que me solía invadir cuando solo era un niño, un simple niño que se creía inmortal.

lunes, agosto 25

Terminal de ómnibus


La terminal de ómnibus está repleta de gente que camina apurada de aquí para allá, cargada con grandes bolsos y pesadas maletas. Algunos viajan por placer, y eso se lo puede ver reflejado en sus rostros. Otros, lo hacen egocios, o por estudio, o por un reencuentro familiar, y todo ello también se puede vislumbrarlo en aquellas caras. Yo también camino apurado, de aquí para allá, cargado con grandes bolsos y pesadas maletas. Estoy huyendo de mi ciudad, de mi vida, de mí mismo. Y creo que todo eso, igualmente puede contemplarse dibujado en mi faz tan desencajada y perdida. Porque la terminal de ómnibus está repleta de gente. Y yo me siento solo.

domingo, agosto 24

El Príncipe Azul


Era una noche fría de invierno y parecía que todas las personas del barrio ya se encontraban a esa hora durmiendo en sus cálidas camas. Ella, distraída y quizás ansiosa por llegar a su hogar, cruzó la calle sin mirar a ambos lados y no se dio cuenta que un automóvil se acercaba a gran velocidad. El conductor de ese coche estaba muy alcoholizado y no tuvo reflejos para evitar atropellarla. Inevitablemente, ella fue arrojada al asfalto, semiconsciente, aturdida por el golpe y los dolores, mientras que el borracho que la atropelló, emprendía una cobarde huída antes que llegara la policía.
Pasó unos minutos y otro coche pasó por el lugar. Ella, desde el suelo y aún conmocionada por el accidente sufrido, alcanzó a ver a un apuesto joven que bajaba del auto tal como se podría ver a un príncipe azul bajando de su bello corcel dispuesto a rescatarla. Ese hombre era su ángel de la guarda, su salvador. En esa fría noche de invierno, en la que no se encontraba nadie en la calle, esa noble persona se había detenido a socorrerla. Él joven la tomó cuidadosamente entre sus brazos y la acostó en el asiento trasero de su coche. La tapó con una manta que sacó de su baúl y le dijo que no se preocupara porque todo iba a salir bien. Ella, a pesar de sus dolores y de que no podía moverse mucho, suspiró aliviada. “Gracias a Dios voy rumbo al hospital, ya no aguanto mas tanto dolor”, pensó ella mientras veía a través de la ventana pasar la copa de los árboles que cada tanto dejaban ver entre sus ramas una hermosa luna llena. De pronto, el auto se detuvo en un sitio oscuro y silencioso. Rápido se dio cuenta que no se encontraba en un hospital, sino en un lugar descampado, quizás en las afueras de la ciudad. Intentó levantarse, pero los dolores y las quebraduras se lo impidieron, intentó gritar pero le faltaba el aire, y de pronto quedó completamente inconsciente. El joven se bajó del auto y abrió la puerta trasera en busca de ella.
Es que los príncipes azules, lamentablemente para ella, tan solo existen en los cuentos de hadas…

sábado, agosto 23

Rutina


Maldita costumbre la que posee nuestro temperamento: facilitarnos prontamente en los momentos más tensos de esas palabras que más hieren, de otorgarles a nuestros labios un arsenal de frases, listo para ser usado y así lastimarnos, y distanciarnos, cerrando con ello todas las puertas, cortando de esta manera cada camino. En cambio cuando se intenta reconstruir la armonía, tan lenta y cuidadosamente como a una torre de naipes, o cuando simplemente se intenta transmitir la felicidad que nace de la compañía, de la unión y del afecto, la boca se vuelve un inmenso desierto y los silencios abundan como la misma arena. Ese absurdo orgullo, mientras más intenta aparentar ser fuerte más nos sigue debilitando ante esa inevitable y ruin rutina, que nos enceguece, nos anula y nos impide apreciar en todos sus detalles, ese paraíso, ese hermoso cielo, oculto y deslumbrante, en el que habitualmente solemos encontramos tu y yo.

jueves, agosto 21

Umbral


¿Qué imagen nos sorprenderá al llegar al umbral? ¿Quién será nuestro guía en aquel sendero? ¿Nos encontraremos quizás con un verde prado, bañado por un resplandor?¿Percibiremos un perfume que nos irá impregnando de una nueva emoción dulce? Quizás leamos en un papel un nuevo nombre por usar. Quizás debamos renacer aún una mañana más, para terminar lo aún inconcluso. ¿Será un lamento sin final? ¿Será un llanto sin dolor? ¿Será caer en la nada perdiendo así la noción para siempre? Quizás todo se olvidará. O quizás todo se recordará mejor, y lo que yo fui y ya no seré, pronto dejará de tener sentido. ¿Seguiré siendo yo al cerrar mis ojos? ¿Se disolverá la conciencia para pasar a ser parte de la nada? Si pierdo aquellos rastros que he ido dejando a lo largo del camino, ya no tendré esa única oportunidad de poder contártelo.

miércoles, agosto 20

No apagues la luz



No apagues la luz, que siento mi piel estremecer por ese constante murmullo que ya parece un zumbido, y que proviene de algún lugar oculto de mi cuarto.
No apagues la luz, que mi imaginación ya se puso en marcha, y aparecen en mi mente como relámpagos, como flashes, imágenes burdas, fantásticas, siluetas monstruosas y exuberantes.
No apagues la luz, que ya casi puedo ver a los duendes, a los gnomos, a los hechiceros, a las brujas, al diablo, al ángel…
No apagues la luz, que mis pies no alcanzarán a correr tan rápido como lo necesito para poder escapar de esa maraña de sábanas y acolchados, y salir de esa habitación maldita para llegar a tu dormitorio y saltar a la cama.
No apagues la luz, a no ser que quieras compartir un tercio de tu cama entre tú y mamá, para que yo pueda dormir tranquilo protegido y malcriado.
No apagues la luz, papá, que aún puedo escuchar claramente ese maldito murmullo que no me deja dormir en paz esta noche...

martes, agosto 19

La Bala

La bala se encuentra tranquila, somnolienta, mientras descansa recostada en el tambor del revólver. De a ratos, sonríe inocentemente, como suelen hacerlo los bebés cuando sueñan (¡vaya uno a saber con que!) entre los cálidos y cariñosos brazos de la madre. La bala sonríe, quizás imaginando el momento en que tú, tan lenta como despreocupadamente, te cruces en su camino marchando con una alegría casi idiotarumbo a su encuentro. Ella sonríe, por que sabe que no desaprovechará esa oportunidad única de probar el sabor de tu tibia carne. Tú caminas sin imaginar el final y nunca recordarás cual fue tu último pensamiento, tu último deseo, tu última palabra. Tú caminas hacia a ella, sin darle importancia al momento en que la bala gritará un estallido y todo, súbitamente, letalmente, entrará en calor hasta convertir el escenario de la calle en un infierno. De pronto, ella abre la boca de su rostro de plomo, mientras corre hacia ti como un rayo para saborear la sangre, tu sangre, que comienza a catar como a un vino añejado, apreciando su buen color, su exquisito aroma, su fina textura. Algunos pueden decir que todo se debe simplemente al azar o que es parte del caos universal o que todo está prefijado por el destino. Lo cierto es que tanto a ella, como a sus millones y millones de hermanas, muy pocas veces les falla la intuición. De hecho, en este momento, esa bala encontró un nuevo lugar para seguir durmiendo, ahora ya con la satisfacción de su trabajo realizado. La bala ahora sigue soñando, vaya uno a saber con que, sobre el colchón, ya no tan cálido, de las entrañas de tu cuerpo.

lunes, agosto 18

Nadie

Nadie me escucha. A nadie escucho. Nadie se escucha. ¿De que hablo yo? ¿Qué hablan ellos? Nadie dice nada, mucho menos yo.
Nadie me mira. A nadie miro. Nadie se mira. ¿Cómo son ellos? ¿Cómo soy yo? Nadie existe, mucho menos yo.
Somos sombras que se entrecruzan sobre las paredes húmedas y agrietadas.
Somos fantasmas que no sospechan de que el fuego hace tiempo que ya se ha extinguido.
Si nadie me lee, si a nadie leo, si nadie se lee... ¿Qué será de nosotros? ¿Qué será...?

jueves, agosto 14

Historia


La mujer provoca una mirada.
La mirada activa la atracción.
La atracción desemboca en un impulso.
El impulso nos lleva a pronunciar una palabra.
La palabra despierta simpatía.
La simpatía se transforma en cariño.
El cariño hace irresistible una caricia.
La caricia obliga al beso.
El beso nos convence de estar enamorados.
De estar enamorados pasamos al noviazgo.
El noviazgo se consolida en el casamiento.
El casamiento descubre al verdadero amor.
El amor se vuelve semilla en el embarazo.
El embarazo crea una nueva vida.
Nueva vida que en un pestañeo,
transforma al embrión en feto,
al feto en bebé,
al bebé en niño,
al niño en adolescente,
al adolescente en joven,
al joven en maduro,
al maduro en anciano.
¿Y que fue de aquella mujer,
de aquella atracción,
de aquel enamoramiento,
y de la palabra,
la caricia,
el beso,
el noviazgo,
el casamiento…?
Cenizas.
Solo cenizas.

miércoles, agosto 13

Carta de un señor que quiere más cárceles que escuelas


Pa que gasta guita en educasion? Ay que ase ma carsele que ecuela. Ay que garpale ma a lo polisia que a lo maetro. Ni mi biejo ni mi aguelo fue a la ecuela y no le asia falta. Con saver lee, ecrivi, suma y resta vasta y sobra. El precidente tiene que mete en cana a todo eso pendejo que anda al pedo, chupando bino, faceando, falopeandoce y choreando. Ma que ecuela, carsele ase falta. Y lo maetro que se degen de joder. Si etan todo el santo dia al pedo, una cuanta orita y a las casa y eso que ligan bacasione larga y en inbierno tanvien. Que vaian a pone el lomo alguna ve de alvañil o asiendo poso o linpiando un banio. No ay que gasta ma guita en educasion, sino en ceguridad. Ase falta ma pilisia, ma carsele, ma mano dura, ma control.

Jorge Rafael Argentino.

domingo, agosto 10

Abismo


El abismo estaba a un paso de mis pies. Se encontraba tan virgen para mis incrédulos sentidos, que mi mirada no alcanzaba a apreciar en su total magnitud el misterio y la letalidad que se ocultaba en su profundo ser. Sin saber si seguir contemplando embobadamente aquel paisaje, que me emborrachaba de vértigos y de mareos, o de decidirme de una buena vez por todas a lanzarme para planear por esos tibios aires, con estas alas que todos ven como brazos, con estas plumas que todos ven como cueros, se me ocurrió de pronto que lo mejor que podía hacer en ese momento era abrir de una vez mis ojos para escapar de ese extraño sueño. Y al hacerlo, ya no se encontraba frente a mí ese monstruoso precipicio. Solo estaba cayendo mansamente en el vacío.

sábado, agosto 9

Religiones


Si todas las religiones
conducen al amor al prójimo,
si todas las creencias
elevan hacia la paz,
si cada fe
lleva a la superación
y a la libertad…
¿Que sentido
tiene llamar al dios
con distintos nombres
y adorarlo
de maneras tan distintas?
El enfrentamiento
de diversos pueblos,
o compartir
el mismo credo,
generan reacciones
tan brutales
y violentas,
como la segregación,
el racismo,
la persecución
y hasta la muerte.
¿No sería mejor
creer solamente
en esa luz blanca
pura y poderosa,
y no
en los diferentes colores
que unidos
la conforman?
Tal vez
los diferentes nombres
con que cada religión
llama a Dios,
llegan ante él,
como uno solo.

lunes, agosto 4

El asiento

Una viejita, muy dificultosamente logra subir al ómnibus, pero nadie le cede el asiento, ni siquiera ese joven de no más de veinte años que se hace el dormido, mientras escucha la música que sale de los auriculares de su MP4. En la siguiente parada, sube una joven embarazada que luce orgullosa su hermosa panza de seis meses de gestación, pero aún así, nadie le cede el asiento, ni siquiera esa parejita de jóvenes que se dan besitos de enamorados y que actúan como si nadie estuviese a su alrededor, como si ambos estuvieran en otro mundo y para nada les importara lo que sucede en este. En otra parada, sube con mucho esfuerzo un viejo chiquito y tembloroso que aún apoyándose en su bastón, apenas puede caminar, pero nadie le cede el asiento, ni siquiera ese tipo de no más de treinta y cinco años vestido con ropa de trabajo, que se desentiende de la situación mirando distraídamente a través de la ventanilla. En la próxima parada, sube una mamá con un pequeño bebé en sus brazos y nadie le cede el asiento, ni siquiera esa mujer que debe andar por los cuarenta años, que por su físico debe concurrir asiduamente al gimnasio y que la ignora mientras lee una estúpida revista de chimentos…
Antes de la siguiente parada debo llevar a cabo mi trabajo, para poder luego bajarme rápidamente del coche, pero ante esta indignante situación que observo, nadie dice nada, nadie hace nada, ni el chofer que sigue conduciendo velozmente, contento por el buen sueldo que gana, ni el policía que por disposiciones reglamentarias tiene el beneficio de viajar sin pagar boleto, ni el sacerdote que en lugar de interceder continúa leyendo su Biblia como si nada.
Entonces saco mi revolver, pegó un grito y ordeno a esos insensibles pasajeros que inmediatamente le cedan el asiento a la viejita, a la embarazada, al viejito y a la mamá con su bebé. Todos obedecen sin cuestionar nada y, aprovechando la confusión que se generó, salté por la puerta delantera que se encontraba abierta, antes que actuara el policía que se encontraba en el coche. Para un mejor día dejaré el asalto al ómnibus que había planeado. Hoy tenía que poner algo de justicia.

domingo, agosto 3

John Rambo es un mentiroso

Mi nombre es Dimitri Ivanovich, soy Coronel del Ejercito Rojo Ruso y quiero acabar con una mentira que perduró durante años. ¡Rambo no nos ganó! Estoy hablando de Rambo 3. Si ven con detenimiento la escena en que Rambo es rodeado en medio del desierto, por miles de soldados rusos, podrán verme justo a la derecha del tanque de guerra. Yo estuve allí y puedo asegurar que todo lo que se ve en el filme fue un burdo truco cinematográfico, un malintencionado engaño realizado en una sala de montaje. La verdad es que John Rambo se meó en los pantalones, se largó a llorar como una nenita y salió corriendo como una rata por las arenas de Afganistán, en busca de algún talibán que lo protegiera (¡Qué paradoja! ¿No? ¡Un yanqui pidiéndole seguridad a un talibán!) Durante años, tanto yo como mis subalternos tuvimos que soportar las burlas de todo el mundo por culpa de esta falacia organizada por el imperio estadounidense. A mi casi me dan de baja del ejercito y me salvé de comparecer ante el tribunal militar acusado de incapaz y de poner en vergüenza a mi país (¡Como es posible que un solo yanqui le pueda ganar a 2.000 soldados rusos!). Incluso mis hijos durante años no me miraban a la cara debido al deshonor que había llevado a mi familia. Repito, todo lo que se ve en Rambo 3 ¡es mentira! Exijo una revancha, un partido desempate, un piedra-papel-tijera, algo para salvar mi dignidad y mi orgullo. ¡Me las pagarás John Rambo, maldito cobarde y meón de los desiertos!
Desde Rusia, con amor, Dimitri Ivanovich, Coronel del Ejercito Rojo ruso. ¡Viva Mariquin! Perdón, digo ¡Putin!