Un día mi esposa me dijo, sin mediar ninguna explicación, que ya no tendría más relaciones sexuales conmigo. Yo no le contesté ni le reclamé. No me importó. A diez cuadras de mi casa queda el prostíbulo al que siempre voy y en donde tiro la mitad de mi sueldo. Otro día mi esposa me dejó de planchar la ropa, sin dignarse a darme aunque sea una simple razón, pero tampoco me importó. Cada tres días visito a una vieja a la que le hago los “favores” y que no tiene ningún problema en plancharme las pilchas. Otro día mi esposa me dejó de lavar la ropa sin que mediara ninguna discusión, pero no me importó, ya que una vez a la semana me se encamar con un travesti del barrio y que creo no va a tener ningún problema en hacer ese trabajo. Otro día, sin que me diera el porque, mi mujer dejó de hacerme la comida. Pero en realidad no me importó, porque desde hace años paso más tiempo en el bar de la otra cuadra que en mi casa, y como allí me dan fiado, nunca me va a faltar algo para comer y tomar. Un día, sin que ella me diera una explicación, mi esposa subió a los chicos a un taxi y se marchó de casa. ¡Qué desagradecida! No tuvo ni la delicadeza de darme una miserable razón que justifique su deplorable actitud, no me dio en todo este tiempo ni una simple señal que me advirtiera lo que estaba sucediendo en nuestro perfecto matrimonio, no se dignó, aunque sea, a escribirme una breve nota que detallara porque me abandonaba. ¡Qué mala mujer! Y yo que di mi vida por ella...
Los meses del año
Hace 1 día.
1 comentario:
Son tan raras...
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