Fotografía de Res y Constanza Piaggio
El Enviado Divino se presentó en el Templo, y todo el pueblo acudió a él. Entonces, se sentó y comenzó a enseñarles. Fue en ese momento en que Los Sabios Ancianos aparecieron con una mujer, a quien llevaban por la fuerza, y le dijeron: “Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. El Profeta nos ordenó en la Ley apedrear a estas mujeres. ¿Tú qué dices?” Esto le preguntaban para tentarle, para tener un motivo de qué acusarle. Pero el Enviado Divino, inclinándose, se puso a escribir con el dedo en la tierra, y los ignoró. Como ellos insistieron en preguntarle, se incorporó y les dijo: “Aquel de vosotros que esté sin pecado, que le arroje la primera piedra.” E inclinándose de nuevo, continuó escribiendo en la tierra. Ellos, al oír estas palabras, en lugar de retirarse, tomaron cuanta piedra hallaron a su alrededor y las lanzaron violentamente contra la indefensa mujer, quien así sufrió una muerte cruel y despiadada. “Vaya, vaya”, meditó entonces el Enviado Divino. “Por lo visto en este pueblo ya nadie tiene pecados… ¡Si que he tenido éxito con mi prédica!”.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario