En el mundo habitan miles de millones de personas que al menos una vez en sus vidas se encontrarán o se sentirán solas. A algunas les tocará sufrir esa soledad que en muchas oportunidades viene acompañada de la nostalgia, la melancolía y hasta la depresión. Otras, aquellas personas que buscaron la soledad, la vivirán como a un pequeño oasis en donde escapar del ruido de la ciudad, del caos de la multitud. En ambos casos, la soledad será un estado pasajero en cual el espíritu aprovechará para sanar las heridas que, a veces inconscientemente y otras no tanto, nos produce el entorno en que vivimos. En este mundo en el que sólo somos otro engranaje de esta gran maquinaria, un consumidor del montón, un número más, es a veces necesario recuperar nuestra individualidad, no para convertir a la soledad en una cárcel en la que nosotros mismos seamos nuestros carceleros, sino para transformarla en un refugio en donde cada tanto podamos renacer.
Una nueva ocurrencia
Hace 5 días.
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