Obra de Rocío Tisera

miércoles, octubre 1

Depresión del domingo a la tarde


Cada domingo a la tarde muero, me entrego manso y tranquilo a esa depresión que comienza junto al ocaso, junto a ese sol rojo. Desfallezco en la melancolía y no me pueden rescatar de esa agonía ni la boca tibia de la mujer que amo, ni las angelicales risas de mi niña que juega. Muero, ahogado en la desesperación del tiempo que se empeña en acabase, sin que pueda impedirlo de ninguna manera. Me extingo, solo para renacer con resignación (¡vaya paradoja!) al día siguiente, en el fatídico lunes, ese lunes de modorra y de sueño, y de vagancia, pero que al final si me permitirá disfrutar del beso de aquellos labios, de la música de aquellas risas. Vuelvo a vivir, olvidándome del final, ese que me espera manso y tranquilo el próximo domingo a la tarde.

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