Obra de Rocío Tisera

viernes, octubre 27

El maletín

Me bajé del colectivo en el boulevard Perón. Era cerca de las nueve y media de la noche y había muy poca gente en la calle. El frío del mes de junio había llegado con todo y era obvio que más de uno ya estaba acostado en su cama calentita, tal vez mirando televisión, tal vez mimoseándose con su pareja o directamente durmiendo. Yo los envidiaba sinceramente y de no haber sido por el cumpleaños de mi amigo, dudo que hubiese salido de mi casa. Pero bueno, así somos los amigos, por lo que mas allá de ser miércoles y de esa fina llovizna que empezaba a caer, no me quedó mas remedio que ir a visitarlo.
Crucé el puente de la avenida 24 de Setiembre y pude ver al río Suquía crecido y furioso como hacía mucho tiempo que no se lo veía. ¿Cuántas veces habré pasado ya por ese lugar, a lo largo de mi vida? Llegué a la plaza Alberdi y la crucé en diagonal para acortar camino, atravesando el puentecito que se encuentra sobre la gran fuente.
Fue en ese lugar desde donde pude contemplar la sangrienta escena.
Semiocultos por la escasa iluminación en ese sector de la plaza, detrás de unos grandes árboles, se encontraban dos hombres, frente a frente, discutiendo en voz alta, seguramente creyendo que no había nadie alrededor. Entre medio de los dos se encontraba un maletín y parecía ser que su contenido era el causante de esa agria disputa.
En el momento en que iba a desviar mi ruta para no tener que pasar cerca de ellos, esos dos tipos, al mejor estilo de las antiguas películas de vaqueros, sacaron rápidamente sus revólveres del interior de sus camperas y gatillaron casi al unísono.
Sincronizadamente, ambos cuerpos cayeron sobre el resbaloso barro, que poco a poco comenzaba a volverse casi una pequeña laguna debido a la persistente llovizna.
El maletín quedó en el piso, parado, sin siquiera tambalearse.
Los disparos deberían haber despertado a los vecinos que viven en el lugar, pero quizás ambos estallidos fueron confundidos con los múltiples truenos que regalaba la noche o tal vez fueron aplacados por el constante ruido del paso de los ómnibus, camiones y autos que circulan por la avenida. Lo cierto fue que nadie salió a la calle, ni dio parte a la policía, y yo me quedé allí, estático, viendo a esos dos hombres, o mejor dicho "cadáveres", tirados en el fango. No se porque razón me acerqué, ya que yo no me encontraba completamente seguro de que se hubiera acabado el peligro. Pero fue más grande mi curiosidad que mi temor y mi mirada se quedó fija en el maletín y en el misterio que contenía.
Sin pensarlo, tomé el maletín y me fui presurosamente por la calle Lima, recordando que no muy lejos de ahí, a unas cuatro cuadras sobre la avenida, se halla un precinto policial. Doblé por Deheza y comencé a subir la empinada calle sin darme cuenta que estaba completamente empapado. Mi corazón latía alterado, ya que tenía pánico de ser perseguido u observado en ese momento. Cada tanto miraba hacia atrás, ya que quizás producto de mi imaginación, escuchaba pasos y extraños ruidos que me ponían cada vez más nervioso, al punto de arrepentirme de haber tomado esa decisión. Pero…
¿Y si dentro del maletín había dinero, o joyas, o cualquier otra cosa de valor? ¿Quién podría sospechar de mí? No existían testigos del momento en que yo lo tomé, y ni la policía, ni la mafia –si es que sos dos tipos eran mafiosos- podrían saber mi identidad.
Mientras pensaba en esto, llegué a la conclusión de que no era una buena idea visitar a mi amigo, ya que nadie debería verme con aquello que robé.
Seguí caminando, ahora con rumbo al centro de la ciudad, y tomé el colectivo que me llevaría de regreso a mi casa.
Eran las once menos cuarto y aproveché para hacerle una llamada a mi amigo deseándole un feliz cumpleaños y excusándome o haber ido a saludarlo.
Una vez arriba del ómnibus, mis dedos se movían nerviosamente sobre el maletín que ahora descansaba sobre mis rodillas. ¿Y si dentro de él en vez de dinero había drogas? ¿Como me las sacaría de encima? ¿Y si se tratara de papeles que comprometían a alguien importante? ¿Me animaría a llevar adelante un chantaje o una extorsión? ¿Qué otra cosa podría haber ahí dentro? ¿Un arma, documentos, balances contables, algún objeto antiguo…?
El peso del maletín no ayudaba mucho a dar una idea de lo que contenía, así como tampoco el sonido que se producía al moverlo. Solo al llegar a casa, podría develar el enigma que me tenía perturbado.
Llegué a la estación terminal de Monte Cristo luego de un viaje que se me hizo interminable y las cuatro cuadras que me separaban de casa las hice prácticamente corriendo. Al regresar a casa, mi esposa me miró con cara sorprendida, ya que no me esperaba tan temprano. Le di un rápido beso, le tomé la mano dirigiéndome hacia la cocina y coloqué el maletín sobre la mesa. Simplemente le dije: "Encontré esto mi amor".
Quité los seguros y lo abrí.
Fue todo como una pesadilla.
El segundero del explosivo nos indicó que solo teníamos veinte segundos para huir despavoridos de ahí.
La casa y media cuadra a la redonda, quedaron completamente destrozadas tras la violenta explosión que se produjo.

FIN

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