El poeta francés Arthur Rimbaud (1854-1891) fue uno de los máximos representantes del simbolismo. Dio muestras de una gran precocidad intelectual y comenzó a escribir versos a los diez años. Su obra está profundamente influida por Baudelaire, por sus lecturas sobre ocultismo y por su preocupación religiosa. Su exploración sobre el inconsciente individual y su experimentación con el ritmo y las palabras, que emplea únicamente por su valor evocativo, marcaron el tono del movimiento simbolista. Aquí, poesías de su autoría.
VENUS ANADIOMENA (1)
Como de un ataúd verde, en hoja de lata,
con pelo engominado, moreno, y con carencias
muy mal disimuladas, de una añosa bañera
emerge, lento y burdo, un rostro de mujer.
El cuello sigue luego, craso y gris, y los hombros
huesudos, una espalda que duda en su salida
y, después, los riñones quieren alzar el vuelo:
bajo la piel, el sebo, a capas, como hojaldre.
El espinazo, rojo, y el conjunto presentan
un regusto espantoso, y se observa ante todo
detalles que es preciso analizar con lupa.
El lomo luce dos palabras: CLARA VENUS (2).
Un cuerpo que se agita y ofrece su montura
hermosa, con su úlcera, tenebrosa, en el ano (3).
(1) Advocación de Venus que nace de las aguas. La profanación del mito es absoluta y tiene un alcance muy superior al de los dos textos que Rim¬baud imita, según los eruditos: Los antros infectos, de Glatigny (en Viñas lo¬cas) y una estrofa de François Coppée aparecida en la revista El Parnaso. Este poema justifica nuestra voluntad de matizar la división clásica de las Poesías de Rimbaud, en lo que se refiere a su actitud frente al amor y a la mujer, en dos bloques que se opondrían radicalmente; división cuya razón estaría en la hipotética violación del poeta en el Cuartel de Babilonia, duran¬te la Comuna.
(2) Hermosa Venus. Esta inscripción aparece grabada como si fuera un tatuaje. El tema del tatuaje viene del texto de Glatigny, pero en él es mu¬cho más anodino: Venus lleva grabados dos nombres, uno de mujer y otro de hombre, Pierre y Lolotte. La profanación del mito de la belleza y del amor
(3) Anotación que ya anuncia los versos de Los estupras.
EL MAL (1)
Mientras que los gargajos rojos de la metralla
silban surcando el cielo azul, día tras día,
y que, escarlata o verdes (2), cerca del rey que ríe
se hunden batallones que el fuego incendia en masa;
mientras que una locura desenfrenada aplasta
y convierte en mantillo humeante a mil hombres;
¡pobres muertos! sumidos en estío, en la yerba,
en tu gozo, Natura, que santa los creaste,
existe un Dios que ríe en los adamascados
del altar, al incienso, a los cálices de oro,
que acunado en Hosannas dulcemente se duerme.
Pero se sobresalta, cuando madres uncidas
a la angustia y que lloran bajo sus cofias negras (3)
le ofrecen un ochavo envuelto en su pañuelo.
(1) Título ambiguo. ¿Qué es el Mal?: ¿la guerra?, ¿Dios? ¿La contrapo¬sición entre la Historia (por oposición a la naturaleza) y la presencia de un Dios ligado únicamente a los aspectos de una liturgia simonista? Poema ambiguo hasta en la interpretación de la risa de Dios (¿satisfecho en medio del lujo? ¿Sarcástico ante el lujo que lo rodea, mientras sólo le interesa la ofrenda de los pobres?). Prefiero dejar el texto en su ambigüedad bañada por un sentimiento político y social y por un decorado litúrgico, constan¬tes siempre ambiguas de la poética de Rimbaud.
(2) Escarlata, es decir, francés; verde, es decir, prusiano. Admiremos en este fuego cruzado de metáforas salvajes, el cromatismo singular que los cuatro versos pintan a brochazos.
(3) Presencia del dolor femenino de las clases populares, siempre respe¬tado, incluso cuando se presta al sarcasmo religioso o social.
EL DURMIENTE DEL VALLE (1)
Un hoyo de verdor, por el que canta un río
enganchando, a lo loco, por la yerba, jirones
de plata; donde el sol de la montaña altiva
brilla: una vaguada que crece en musgo y luz.
Un soldado, sin casco y con la boca abierta,
bañada por el berro fresco y azul su nuca,
duerme, tendido, bajo las nubes, en la yerba,
pálido, en su lecho, sobre el que llueve el sol.
Con sus pies entre gladios (2) duerme y sonríe como
sonríe un niño enfermo; sin duda está soñando:
Natura, acúnalo con calor: tiene frío.
Su nariz ya no late con el olor del campo;
duerme en el sol; su mano sobre el pecho tranquilo;
con dos boquetes rojos en el lado derecho.
(1) Poema de guerra, lo importante en él es la perfección formal del cua¬dro, como ajena al paroxismo del tema tratado: encuadre, colores, haz, todo contribuye a esta perfección. Pero también estamos ante la construc¬ción del nido para el último sueño: en los brazos de la vida, agua y ver¬dor. Más tarde, Rimbaud, en sus últimos poemas, pedirá para sí la muerte vegetal del árbol, en la fusión con naturaleza.
(2) Término preferido para los gladiolos de agua.