La narradora Angélica Gorodischer nació en Buenos Aires en 1929. Su estilo reúne rasgos propios del barroco con un humor muchas veces incisivo y asentado en la utilización del lenguaje coloquial. Entre sus obras más importantes: Cuentos con soldados (1965), Opus dos (1967), Casta luna electrónica (1977), Mala noche y parir hembra (1983), Kalpa Imperial (1983), Floreros del alabastro, alfombras de Bujara (1985), Trafalgar (1986), Jugo de mango (1988), Las repúblicas (1991), Fábula de la Virgen y el bombero (1993), Prodigios (1994) y La noche del inocente (1996).
Aquí, una reflexión de Gorodischer acerca de las paradojas de los viajes en el tiempo.
“Cuando se habla de viajes por el tiempo, en el primero en el que se piensa es en Hebert George Wells. Yo tengo una debilidad especial por Wells, del que Verne decía con cierto desprecio: “Yo aplico la ciencia; el la inventa”. Y tengo debilidad por Wells justamente por eso, porque se larga a la pileta sin averiguar si hay agua, porque se lo inventa todo. El libro de Wells sobre el viaje por el tiempo es ya un clásico, porque de lo que se trata no es de ir hacia atrás o hacia adelante en el tiempo, sino de ver cuales son las consecuencias de violar las leyes del ayer y del mañana. Paradoja fundamental: si me voy al pasado y mato a mi abuelo antes de que se case con mi abuela, no nazco nunca, no existo. Pero si no existo ¿quién es el que va al pasado a matar a mi abuelo? Si no existo nadie va al pasado y mi abuelo se casa con mi abuela y tienen hijos y yo soy uno de los hijos de los hijos y por supuesto, existo. Si existo soy el que va al pasado y mata a mi abuelo y así sucesivamente. Otra más: Soy varón de padre desconocido. Voy al pasado a averiguar quién se acostó con mi madre y me engendró. Busco a mi madre y mientras tanto conozco una muchacha, tenemos un romance, me acuesto con ella y engendro un hijo y esa muchacha que cambió de nombre y de ciudad cuando supo que estaba embarazada fue mi madre y yo soy mi propio padre. Si seguimos con los ejemplos podemos llenar páginas y horas…”
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