- El tiempo me ha enseñado algunas astucias: eludir los sinónimos, que tienen la desventaja de sugerir diferencias imaginarias; eludir hispanismos, argentinismos, arcaísmos y neologismos; preferir las palabras habituales a las palabras asombrosas; intercalar en un relato rasgos circunstanciales, exigidos ahora por el lector; simula pequeñas incertidumbres, ya que si la realidad es precisa, la memoria no lo es; narrar los hechos (esto lo aprendí de Kipling y en las sagas de Islandia) como si no lo entendiera del todo… es curiosa la suerte del escritor. Al principio es barroco, vanidosamente barroco, y al cabo de los años puede lograr, si son favorables los astros, no la sencillez, que no es nada, sino la modestia y asceta complejidad.
- ¿Qué le leería a Dios si pudiera leerle algo? Seguramente nada mío. Aunque sería interesante leerle la Biblia. Y seguramente, en algún párrafo, Dios nos detendría para decirnos que eso no es así. Y entonces estaríamos frente a un Dios ateo.
- Ciertamente, el avión no nos ofrece nada que se parezca al vuelo. El hecho de sentirse encerrado en un ordenado recinto de cristal y de hierro no se asemeja al vuelo de los pájaros ni al vuelo de los ángeles. Los vaticinios terroríficos del personal de a bordo, con su ominosa enumeración de máscaras de oxígeno, de cinturones de seguridad, de puertas laterales de salida y de imposibles acrobacias aéreas no son ni pueden ser auspiciosos. Las nubes tapan y escamotean los continentes y los mares, los trayectos lidian con el tedio…
- He firmado tantos ejemplares de mis libros que el día que me muera va a tener un gran valor uno que no lleve mi firma.
- ¿Qué le leería a Dios si pudiera leerle algo? Seguramente nada mío. Aunque sería interesante leerle la Biblia. Y seguramente, en algún párrafo, Dios nos detendría para decirnos que eso no es así. Y entonces estaríamos frente a un Dios ateo.
- Ciertamente, el avión no nos ofrece nada que se parezca al vuelo. El hecho de sentirse encerrado en un ordenado recinto de cristal y de hierro no se asemeja al vuelo de los pájaros ni al vuelo de los ángeles. Los vaticinios terroríficos del personal de a bordo, con su ominosa enumeración de máscaras de oxígeno, de cinturones de seguridad, de puertas laterales de salida y de imposibles acrobacias aéreas no son ni pueden ser auspiciosos. Las nubes tapan y escamotean los continentes y los mares, los trayectos lidian con el tedio…
- He firmado tantos ejemplares de mis libros que el día que me muera va a tener un gran valor uno que no lleve mi firma.
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