Hace un par de milenios atrás, poco antes de comenzar la era cristiana, vivía en la antigua Palestina un anciano muy mentiroso y estafador llamado Moab. Este viejo, mezquino y ventajista, había logrado acumular a lo largo de su vida una considerable fortuna, mediante fraudes y negocios ilegítimos. Un día, Moab se encontraba en su hogar muy entretenido haciendo un balance de sus riquezas, cuando de pronto escuchó una voz grave e imperativa que parecía provenir del cielo y que le decía: “Moab, te habla tu Dios, te ordeno hacer lo siguiente: regala tus riquezas entre los mas necesitados del pueblo, y yo me comprometeré a triplicar tu fortuna”. El viejo, sin salir del todo de su asombro, se dispuso a lleva a cabo la tarea encomendada lo antes posible, no porque fuera muy creyente, sino porque apenas terminó de escuchar esa voz se dio cuenta que estaba a punto de hacer un gran negocio: ¡Poseer tres veces mas dinero del que ya tenía! Ese mismo día, Moab salió a recorrer el pueblo repartiendo todas sus posesiones. La gente al ver a ese viejo avaro realizando tan noble acción, pensó que finalmente Dios había tocado su alma y que esto era realmente un milagro.
Paso el tiempo y Moab cayó en la miseria absoluta. Tenía hambre, sed, frío y andaba por las calles sin rumbo, vestido andrajosamente, sucio y algo demente. En vano espero que aquella voz que supiera escuchar cumpliera con lo pactado. Al cabo de unos meses, Moab murió en la más absoluta pobreza y soledad.
Al morir, el viejo debió pagar por sus miles de pecados y malas acciones que realizó a lo largo de su existencia, por lo que terminó, y de hecho aun se encuentra allí, en el horrible y tormentoso infierno.
Apenas ingreso a ese mundo maldito, se encontró con el mismísimo demonio, que parecía estar esperándolo. El diablo, cada vez que miraba a Moab, no podía dejar de reírse con largas y estruendosas carcajadas. El viejo asustado y confundido, no entendía nada de lo que estaba sucediendo.
-Moab ¡Amigo! Dime… ¿Te gustan las mentiras? ¡Porque a mi me encantan! ¿Recuerdas aquella vez que te habló Dios?
-Si, recuerdo…- dijo el anciano.
-Bueno, aquella vez, en realidad, no te habló Dios… ¡El que te habló fui yo!
Y el diablo, nuevamente, se puso a reír burlonamente, gritando de alegría hasta el punto de que varias lágrimas cayeron de su desfigurado rostro.
Moab, humillado y derrotado, se arrodilló en ese áspero y ceniciento suelo, y se largó a llorar amargamente.
Paso el tiempo y Moab cayó en la miseria absoluta. Tenía hambre, sed, frío y andaba por las calles sin rumbo, vestido andrajosamente, sucio y algo demente. En vano espero que aquella voz que supiera escuchar cumpliera con lo pactado. Al cabo de unos meses, Moab murió en la más absoluta pobreza y soledad.
Al morir, el viejo debió pagar por sus miles de pecados y malas acciones que realizó a lo largo de su existencia, por lo que terminó, y de hecho aun se encuentra allí, en el horrible y tormentoso infierno.
Apenas ingreso a ese mundo maldito, se encontró con el mismísimo demonio, que parecía estar esperándolo. El diablo, cada vez que miraba a Moab, no podía dejar de reírse con largas y estruendosas carcajadas. El viejo asustado y confundido, no entendía nada de lo que estaba sucediendo.
-Moab ¡Amigo! Dime… ¿Te gustan las mentiras? ¡Porque a mi me encantan! ¿Recuerdas aquella vez que te habló Dios?
-Si, recuerdo…- dijo el anciano.
-Bueno, aquella vez, en realidad, no te habló Dios… ¡El que te habló fui yo!
Y el diablo, nuevamente, se puso a reír burlonamente, gritando de alegría hasta el punto de que varias lágrimas cayeron de su desfigurado rostro.
Moab, humillado y derrotado, se arrodilló en ese áspero y ceniciento suelo, y se largó a llorar amargamente.
1 comentario:
très bien
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