Obra de Rocío Tisera

lunes, mayo 12

El saludo del General Perón


Hace algún tiempo, en uno de los bingos que suelen realizar en el club del barrio, tuve la oportunidad de conocer a un simpático viejito. El anciano, ya algo senil el pobre, aseguraba haberle dado la mano al General Juan Domingo Perón. Yo, que no soy peronista y que mucho menos comparto algún tipo de aprecio por esa personalidad, intenté por una cuestión de respeto hacia ese señor mayor, mostrarme lo más interesado posible por el tema de conversación. Le pregunté, simplemente para hacer un comentario, si había tenido la oportunidad de sacarse alguna foto de aquel encuentro. El me dijo: “No, no tuve esa suerte, pero puedo asegurarle amigo que tengo en mi casa una reliquia mucho más importante y valiosa que una foto”. Ya algo intrigado, le pregunté de que se trataba esa reliquia. “Sus manos”, me dijo con toda la serenidad del mundo. “Tengo sus manos en mi casa. Yo fui quien profanó su tumba hace varios años ya, y quien las robó. En los diarios de entonces, decían que los responsables del hecho habían sido integrantes de una logia masónica internacional a la que el General pertenecía. Los diarios más antiperonistas, publicaron que la persona que le había cortado las manos lo había hecho para que él dejara de robar. ¡Blasfemos! ¡Si el General Perón fue quien más hizo por los pobres en toda la historia de la República Argentina! Pero, volviendo al tema, la pura verdad es que fui yo quien robó las manos de Perón.” Aún incrédulo, pero impactado por sus palabras que sonaban tan convincentes, le pregunté por que había hecho semejante ultraje. El viejito, con voz temblorosa y sonriéndose, me explicó: “Porque solo un verdadero hombre estrechaba la mano como lo hacía el General. Su saludo era firme, enérgico, cálido, y transmitía un valor y un coraje tan sin igual, que dudo que otra persona en el mundo podía asemejársele. Él era un santo, ¿me entiende? Sus manos son una verdadera reliquia, y por eso no permití que se la comieran los gusanos. ¡No! ¿Sabe que hice? ¡Las embalsamé! Ahora sus manos son tan inmortales como su figura. ¿Me comprende?”.
No. La verdad es que no, nunca pude comprenderlo…

2 comentarios:

Red Fish dijo...

gustavo, acabo de entrara a tu blog y mientras comentaba en el post de los microcuentos publicabas este relato. Te dejé mis felicitaciones en el otro post, y en este te pregunto, no te dio un poco de intriga y duda si no las tiene de verdad?
sds, RF.

Solera dijo...

Como si aún pudiera estrecharlo esas manos sin conexiones nerviosas.

Ese viejito es como un groopie. A mí me encanta la leyenda Lennon, su manera de pensar, las protestas con Yoko, la innovación musical que hicieron juntos, etc.

Pero no pagaría ni medio peso por su guitarra (bueno, medio peso sí jeje), porque no sirve de nada más que para presumirla... ni modo que de la nada de repente se pusiera a escribir canciones solita.

Me encanta cómo las obsesiones nos hacen perder la esencia de la vida.

Muy buen relato! Saludos

Y saludos a Red Fish que está arriba de mi comentario con su cara de pescado rojo.