Obra de Rocío Tisera

martes, febrero 27

El Senador

El senador nacional Néstor Méndez, en plena campaña electoral buscando la Presidencia de la Nación, se presentó en cada uno de los canales televisivos explicando su propuesta. Luego de desfilar no solo por programas periodísticos o de opinión, sino también por programas de cocina, infantiles, de deportes, comedias, etc., fue invitado a un nuevo programa de la televisión por cable, llamado “El apriete. Apremios ilegales” conducido por el joven periodista George Latana.
Méndez, luego de presentar su proyecto político y económico y de explicar porque él estaba convencido de que iba a ser elegido como el próximo Presidente, tuvo que contestar un duro e incisivo cuestionario del periodista.
-¿Es cierto, Senador, que usted enriqueció su patrimonio personal ilícitamente?
-Eso es absolutamente falso. Esa mentira forma parte de una cobarde campaña orquestada en mi contra y organizada por la oposición, que se encuentra desesperada ante la segura derrota de las próximas elecciones.
-Sin embargo han presentado pruebas de que usted, hace unos años, no tenía ni casa, ni auto y ahora usted posee cuentas millonarias en algunos bancos del exterior, como en las Islas Caimán y Uruguay.
-Mi capital financiero aumentó, obviamente, debido a unas herencias familiares que recibí tanto yo como mi señora esposa, y a los ahorros de toda mi vida, provenientes tanto de lo que he ganado con mi sueldo de Senador, como del estudio jurídico que me pertenece.
No hay nada de extraño en mi patrimonio.
-¿Es cierto que usted, al igual que otros senadores, ha recibido coimas para votar a favor de una ley propuesta por la oposición, para establecer la pena de muerte solo a los delincuentes pertenecientes a los estratos de más bajos recursos?
-Esa denuncia también es parte de la difamación de la que soy víctima. Yo voté a favor de esa ley pensando en el bienestar del pueblo, velando por su seguridad, ya que ese es el mandato de la gente que yo debo respetar.
-¿Se justifica su propuesta de aumentar un 200% la dieta, sueldo, premios y viáticos a los senadores, teniendo en cuenta que en el país más del 60% de la población vive debajo de la línea de la pobreza?
-Está plenamente justificado, ya que para poder desempeñarnos con eficacia, haciendo un trabajo a conciencia, debemos contar, en este ámbito vital de las instituciones democráticas, con la mayor cantidad de recursos disponibles. En cuanto al tema de la pobreza, ese es uno de los puntos en el que ponemos más énfasis en nuestra plataforma electoral. Nosotros vamos a erradicar la pobreza que sufre nuestro pueblo, de una vez y para siempre.
En ese momento, el periodista hizo una seña a uno de sus colaboradores, que se encontraba detrás de las cámaras y volvió a mirar a su entrevistado con una sonrisa algo cínica.
-Senador Méndez ¿Usted conoce la metodología de este ciclo periodístico?
-Claro que si George, nunca me pierdo su programa…
-Espero que no me esté mintiendo, porque ahora pasamos a la segunda parte de la entrevista. En este momento, pasamos al bloque llamado “El interrogatorio”…
De pronto, aparecieron tres hombres con físico de boxeadores peso pesado.
Ellos no bajaban de los dos metros de altura y parecían gigantes al lado del desorientado Senador, que ya comenzaba a sentir un poco intimidado. Dos de esos matones sorprendieron a Méndez, sujetándolo fuertemente de los brazos, mientras el restante se quitaba el saco y la corbata y se arremangaba la camisa.
Cuando el Senador comenzó a sonreír inocentemente, creyendo que todo se trataba de una especie de broma, el gigante que se encontraba enfrente de él, comenzó a gritarle.
-Respondé pedazo de mierda ¡Cómo hiciste tu fortuna! ¡Habla carajo! Confiesa todo lo que sabes del asunto de la coima ¡Dale si no te vamos a matar, hijo de puta!
Y de pronto, el matón comenzó a darle violentos golpes en el rostro, en el estómago, en los genitales…
Méndez parecía sangrar por todos lados, pero aún así, se negaba a responderle a ese gorila.
-No se nada, lo juro, lo juro... ¡Soy inocente!
-Eso ahora lo vamos a ver…
Mientras Méndez comenzaba a llorar frente a las cámaras de televisión, apareció otro tipo musculoso, portando un maletín negro. Lo abrió rápidamente (como saben decir: “En televisión el tiempo es oro”) y extrajo de él una picana eléctrica, reliquia guardada de alguna dictadura militar o donada por alguna seccional de policía.
-¡Habla hijo de puta! ¡Confiesa la verdad que se nos está acabando la paciencia!
-¡Aaahhh! ¡Está bien, está bien! ¡Lo diré todo! ¡Pero por favor, ya basta, ya basta!
Solo bastó una descarga eléctrica en su cuerpo, para que el Senador Néstor Méndez confesara toda la verdad a los incrédulos televidentes de todo el país.
Su rostro, cubierto de sangre, de lágrimas y por sobre todo de vergüenza, apareció patéticamente en las pantallas de TV. Una imagen muy diferente de la que aún puede verse en esos afiches de campaña, pegados en las paredes de la ciudad.

FIN

lunes, febrero 19

Mundo nuevo

Todo el tiempo supe que aquella medida que tomó el gobierno mundial para evitar la sobrepoblación iba a ocasionar problemas. Hoy, a veinticinco años de aquel catorce de febrero de 2056, día en el que antiguamente se celebraba el día de los enamorados, las consecuencias son más que evidentes y a llegado incluso a modificar los hábitos y las costumbres en toda la sociedad, o decir de toda la humanidad.
En aquella fatídica fecha, las leyes mundiales le autorizaron al monopolio de Laboratorios New World a vender libremente las drogas que le permitieron a las parejas poder elegir el de sus futuros bebés. Al cabo de un par de años, casi el noventa por ciento de los niños que había venido al mundo, eran de masculino y de acuerdo con las estadísticas, ese porcentaje se mantuvo a lo largo de una década.
Si bien los padres de entonces creían estar actuando por el bienestar de sus hijos y querían tener solo descendientes varones, no solo porque así ellos tendrían menos problemas de conseguir trabajo que los que sufrirían de ser mujeres, sino también por que de esta forma sabrían defenderse mejor en medio de la violencia reinante en el mundo, aquellos progenitores, no tuvieron en cuenta que de esta manera afectaban terriblemente el histórico equilibrio de la natalidad en los seres humanos.
Los jóvenes, quizás debido a la notoria escasez de mujeres, en su gran mayoría generaron tendencias es, lo que incidió en la abrupta tasa de natalidad a nivel mundial.
Hoy, ver miles de parejas de hombres tomándose de la mano o besándose en la calle, algo que hubiese sido totalmente inaceptable un siglo atrás, es algo totalmente común y corriente y hasta podría decirse, bien visto. Los pocos hombres hetero es que quedamos, debemos batirnos sangrientamente a duelo por el amor de una mujer y en muchos casos, se da que los pretendientes de una dama suelen ser más de cinco hombres, lo que desencadena un cínico juego de alianzas y traiciones entre quienes pretenden la mano de la damisela, hasta que finalmente el más fuerte o el más inteligente, queda como único sobreviviente y con todo el derecho de quedarse con el amor de esa mujer.
El Gobierno Mundial, hoy prácticamente un títere de la poderosa y archimillonaria empresa “Laboratorios New World”, sigue sin reaccionar ante esta dramática situación que cada día se torna más peligrosa. En las clínicas cada vez más hombres deciden operarse para cambiar de , por la paradoja que, según las encuestas que recientemente se han difundido en los medios periodísticos, el 80% de los hombres prefiere hacer el amor con un travesti o un tran y no con una verdadera mujer.
La humanidad lentamente se va extinguiendo y el mundo se va a convertir dentro de no mucho tiempo en un gigantesco y agonizante geriátrico de ancianos s.
Me siento perseguido y discriminado por mi hetero idad y se que a mis cincuenta y cuatro años de edad, se me hace cada vez más difícil poder cumplir mi sueño de tener de pareja a una verdadera mujer y poder formar con ella una familia.
¡Malditos “Laboratorios New World”! ¡Quiero una mujer!

FIN

miércoles, febrero 14

El libro

Hacía media hora que estaba sentado en ese incómodo banco de la plaza.
Andrea no aparecía y por más que lo intenté varias veces, no pude comunicarme con su celular. Lo más probable es que su teléfono se encontrara apagado.
Pensé en marcharme, pero el simple hecho de imaginar que al minuto de irme, ella llegaría, me hacía desistir de hacerlo. Sentía muchas ganas de verla y de estar con ella. Quizás más que nunca. Y esa ansiedad que sentía era debido a que, aprovechando el día de nuestro segundo aniversario de noviazgo, le iba a proponer que nos casáramos.
Para matar el tiempo, crucé la avenida y entré a una tienda de libros usados.
El lugar era pequeño, pero había una impresionante cantidad de libros, aunque todos ellos desordenados y cubiertos de polvo, y muchos en muy mal estado.
Una señora mayor de edad atendía ese negocio, aunque atender es una forma de decir, ya que en ningún momento me observó ni me dirigió la palabra. Podría decirse que ni había advertido mi presencia.
La anciana se mantenía inmóvil y abstraída ante la pantalla de un pequeño televisor blanco y negro ubicado sobre un estante. Por lo visto, no se quería perder la telenovela de la siesta.
Comencé a revolver algunos libros que estaban sobre la mesa y encontré uno en especial que me llamó poderosamente la atención. El libro se encontraba bastante deteriorado y tenía una presentación demasiado austera. Pero lo que en realidad me sorprendió fue el nombre del autor: “Juan Esteban Torres Saavedra”.
Exactamente como yo me llamo.
Me puse a hojear algunas páginas, e inmediatamente, maravillado por la casualidad, lo tomé y me dirigí hacia el mostrador en donde se encontraba la anciana. Ella me miró de reojo y desganadamente me dijo:
-Llévelo, se lo regalo.
Extrañado, insistí con pagárselo, pero ella, como reingresando nuevamente en su mundo, volvió a ignorarme por completo y siguió viendo esa telenovela, como bien podría haberlo hecho una persona hipnotizada.
Volví a la plaza, sentándome en el mismo banco, dispuesto a seguir esperando a mi novia. Al menos, ahora iba a poder matar el tiempo leyendo.
Desde la primera página, ese libro era en verdad extraño.
No decía en ningún lado el nombre de la editorial ni en que taller había sido impreso.
No contaba con un prólogo y comenzaba directamente con estas palabras:
“Durante una hora esperé por su llegada, sentado en ese incómodo banco de la plaza, sin saber que ella, no muy lejos de allí, había perdido la vida…”
Un escozor recorrió mi espalda y no pude continuar leyendo. Un cruel presentimiento me llevó hasta el auto y marché velozmente hacia la casa de Andrea.
Sentí temor, aunque no sabía exactamente de que.
Al llegar, sus padres me observaron un poco disgustados, ya que ella había salido en su moto hacía ya una hora y cuarto, rumbo a la plaza.
Volví hacía el lugar de la cita, pero esta vez tomé el recorrido que solía hacer ella, mucho más corto, pero también más inseguro y desaconsejable, ya que esa calle cruzaba por una populosa “villa miseria”, la cual tenía la mala fama de ser uno de los lugares más peligrosos de la ciudad.
A quince cuadras de su casa, una ambulancia y un patrullero se encontraban interrumpiendo el tráfico de esa calle. Aminoré la marcha del auto, y poco a poco fui temiendo lo peor.
No me hizo falta bajarme del coche para reconocer que el cuerpo que yacía inerte sobre el asfalto era el de Andrea. Lo que quedaba de su moto, estaba debajo de las ruedas de una flamante camioneta 4 x 4. El hombre que la conducía, estaba totalmente ebrio, tanto, que se hallaba dormido, prácticamente inconsciente, en el asiento trasero del móvil policial.
Sentí deseos de sacarlo de ese patrullero y golpearlo hasta que dejara de estar borracho…
Pero a pesar de mi desesperación, sabía de que nada de lo que pudiera hacer, podría cambiar la realidad.
Me senté casi tirándome en el cordón de la vereda y comencé a maldecir y a llorar, mientras los enfermeros cargaban el bello e inmovil cuerpo de mi Andrea en la ambulancia.
Subí al auto con el ánimo destruido, queriéndome despertar de una vez de esa puta pesadilla, pero debía dirigirme a la casa de sus padres. En ese mismo momento, un policía debería estar comunicándose con ellos para informarles de la cruel noticia.
Subí al auto casi sin darme cuenta y me puse a conducir calles y calles con la mente en blanco, sin saber lo que sucedía a mi alrededor, y si aún puedo contar esta historia, es porque el destino había decidido que aún no era mi hora de partir y de reunirme con Andrea.
Un par de cuadras antes de llegar a la casa de mi amada, vi al lado de mi asiento, a ese maldito libro escrito por alguien llamado igual que yo (¡¿sería posible que fuera YO?!) y que contenía en uno de los relatos, exactamente la misma situación que acababa de ocurrir.
Instantáneamente, cambié de rumbo y me dirigí hacia mi casa.
Abrí la puerta casi con un golpe, ya que mi mano temblorosa no me ayudaba a girar la llave.
Salí al patio, tiré el maldito libro violentamente al piso y lo rocié generosamente con kerosén. Medité lo que iba a hacer durante un momento, hasta que finalmente encendí el fósforo y se lo arrojé.
Vi como las llamas, en solo cuestión de minutos, terminó de devorarse casi la totalidad de sus hojas.
Solo una de ellas se libro del fuego, salvada por una oportuna ráfaga de viento, que la alejó de los restos del libro. Motivado por la curiosidad, la tomé y comencé a leer lo, que creo yo, puede haber sido la última página.
Esa página final, de ese oscuro libro, decía lo siguiente:
“A pasado ya un mes de la muerte de Andrea y el dolor que siento por su ausencia, sigue creciendo mas y mas. Ya no soporto esta cruel nostalgia, esta profunda depresión, este vacío en el que se sumergió mi vida, si es que puede llamarse vida.
He cargado mi revolver y se que cada segundo que transcurre, me encuentro más cerca de ella”.

FIN

miércoles, febrero 7

El otro


Suena el despertador (¡la puta que los parió!).
Son las seis de la mañana e inevitablemente tengo que ir a trabajar.
Apagué la estridente alarma del despertador de manera casi automática y cruzando mis manos debajo de mi cabeza, mirando la humedad del techo, hice un rápido repaso de la situación y me di ánimo para levantarme de una buena vez para poder terminar con esa absurda agonía de hacer “fiaca” en la cama.
No encendí la luz del velador para no molestar a mi esposa, que seguía durmiendo plácidamente, ignorando todo lo que ocurría a su alrededor. Aunque esa dicha solo le duraría una hora más, ya que ella también tendría que ir a trabajar.
La rutina de cada día hacía que, a la manera de un sonámbulo, me vistiera tan rápida y mecánicamente que varias veces llegué a la parada del ómnibus con la sensación de que estaba desnudo o a lo mejor, mal vestido.
Solo minutos después ya me encontraba en la calle. Por la cantidad de gente que se allí se encontraba, y por la cara de fastidio y de apuro que tenían, no me costó nada darme cuenta de que el colectivo se estaba demorando. Por lo visto, ellos se encontraban de peor humor que yo, porque ante un saludo espontáneo que le hice a un par de personas que suelen tomar la misma línea que yo, me ignoraron completamente (¡váyanse a la mismísima mierda!).
El ómnibus se demoró más de media hora y a medida de que el tiempo pasaba, menos ganas tenía de ir trabajar. Luego de meditarlo no más de un par de segundos (no había mucho por que dudar) di media vuelta y me dirigí de regreso a mi hogar, dulce hogar.
Decidí entrar a la casa sin hacer ningún ruido para darle una grata sorpresa a Virginia, pero la sorpresa, desagradable, me la llevé yo. En mi cama, en mi mismísima cama, quizás durmiendo, se encontraba un hombre abrazando a mi esposa (¡¡¡Soy un cornudo!!!)
¿Qué debía hacer? ¿En qué momento apareció este tipo? El ya estaba durmiendo… ¿Habrán hecho el amor? ¿Tan rápido? ¿Será eyaculador precoz? ¿Y si es un ladrón o un degenerado o un imbécil haciéndome una broma con la desubicada de mi esposa?
¿Cómo podrían esperarme para hacerme una broma si ellos no sabían que yo volvería?
¿En qué momento entró esa persona aquí? ¿Y si en realidad esa persona estuvo toda la noche escondida en casa esperando el momento en que me marchara?
Tomé un palo de amasar que se encontraba en un cajón de la cocina y marché hacia el dormitorio, dispuesto a reventarle la cabeza. Me paré al lado de él y respirando hondo, decidí que primero debía prender el velador para ver al menos, el rostro del desgraciado al que iba a golpear. Pero en el momento en que se encendió la luz, me llevé la segunda gran sorpresa del día.
La persona que se encontraba durmiendo al lado de mi amada esposa era ni más ni menos
¡¡¡QUÉ YO!!!
Mi corazón comenzó a latir tan rápido, tan estridente, que cerré los ojos por el incipiente dolor que me apretaba el pecho. Cuando levanté mis pesados párpados, me encontré abrazado a Virginia, transpirado y aún temblando por lo que acababa de ver.
Al rato sonó el despertador, pero no el mío sino el que se encontraba en la mesita de luz de mi esposa. Ya eran mas de las siete de la mañana y ella debía levantarse para ir a trabajar.

FIN

lunes, febrero 5

Enanos y gigantes


Había una vez un mundo que contaba con habitantes muy singulares.
La mitad de su población consistía en gigantes, la otra mitad era de enanos.
Durante muchísimos siglos, ambos pueblos habían vivido en armonía y crecido juntos muy prósperamente. Nada hacía pensar que algún día, esa excelente relación que ellos habían logrado crear y mantener, se cortaría abruptamente. Pero ese inesperado día, llegó finalmente cuando comenzaron a escasear los recursos naturales del planeta que habitaban.
Entonces aplicaron varias medidas para paliar esa critica situación: racionalizar el agua, incentivaron el cultivo en tierras ociosas, repartieron equitativamente los alimentos, reciclaron desperdicios, etc.…
Pero a pesar de todos los esfuerzos no se logró revertir la crisis.
Los enanos se reunieron en una asamblea y llegaron a la conclusión de que el origen del mal que estaban viviendo no se debía a la sobrepoblación, sino a los gigantes, que al ser muchos más grandes, consumían también muchos más recursos que ellos: más cantidad de agua, de alimentos, de combustibles, de espacio…
“Los enanos somos más chiquitos y por lo tanto, también más prácticos” era la conclusión a la que habían llegado, y por lo tanto, siguiendo con ese razonamiento, decidieron que la única manera de salvar el mundo era eliminando a todos los gigantes e inmediatamente y sin dudarlo, les declararon la guerra.
Los gigantes, heridos en su orgullo por haber sido acusados del mal que aquejaba al planeta, salieron igualmente de presurosos a buscar sus armas.
E inevitablemente, la guerra estalló.
El conflicto se extendió durante varias décadas, hasta que la gente de ambos bandos, cansada de tanto sufrimiento, decidieron firmar la paz.
Debido a las bajas que ocasionó el conflicto, solo sobrevivieron el 20% de los gigantes y el 20% de los enanos. Y se dieron cuenta de que ahora los alimentos, el agua, el combustible, el espacio y el resto de los recursos alcanzaban y hasta sobraban para la cantidad de gente que por el momento habitaba el planeta. Y una vez alcanzada la paz, los pueblos de los gigantes y de los enanos, volvieron a tratarse nuevamente de manera amistosa, cordial y confiada.
¿Cómo? ¿No es que la guerra es una atrocidad inhumana, absurda e inútil?
Seguramente que lo es.
Pero en este caso, el planeta logró de este modo mantener su equilibrio ecológico.

¿FIN?